¿Quién te distingue de los demás? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué presumes como si no te lo hubieran dado?1 Corintios 4:7.
Lectura: 1 Corintios
4:1-13. Versículo del día: 1 Corintios
4:7.
MEDITACIÓN DIARIA
Creo que el Señor le
habla a cada persona en su momento exacto. Quizá a muchos nos ha pasado que
leemos la Biblia pero pasamos por alto muchas cosas, y debe ser porque no es el
tiempo puntual de entenderlas. En estos últimos días, con la enfermedad de mi
esposo, pasamos situaciones bien complicadas y difíciles de asimilar. El primer
lugar a donde fue remitido, para mí fue desolador; las condiciones eran casi
que infrahumanas. Un aire a todo volumen, sin nada con qué arroparse; casi unos
encima de otros y para completar se veían unos cuadros dentro de los enfermos
aterradores. Mi esposo llegó a un hospital público donde recibían a quien fuera
y como fuera. No había disponibilidad en ningún otro centro asistencial y
debido a su urgencia, tocó allí. Allí en medio de presidiarios cuidados por
guardias especiales; de locos que gritaban desesperados por el dolor o la falta
de atención; e incluso que desbordaron su locura rompiendo cosas. Y para cerrar
el broche: una señora falleció.
En medio de toda esta
miseria junta, yo me preguntaba: ¿Por qué aquí? ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué
lo permitiste Señor? Y el Señor que es sabio en hablarle a cada uno de sus
hijos, hoy me dice: “¿Quién te distingue de los demás?”; ¿Acaso, eres más que
ellos? Nada de lo que tienes o de lo que eres ha sido obra tuya; todo te lo he
entregado yo: “Nadie puede recibir nada a menos que Dios se lo conceda” (Juan
3:27).
Tengo anotado en mi
cuaderno de devociones diarias precisamente: “Señor que no se me olvide de
dónde me sacaste” (Deuteronomio 8:10-14), pero tal pareciese que es eso: una
anotación más, porque en mi corazón todavía existe orgullo, vanidad y prepotencia
y tengo que reconocerlo. Yo hablaba de esto como si fuera pasado y tuvo que el
Señor demostrarme con una lección muy fuerte que no lo he desarraigado de mi
corazón.
Los invito a que
analicen el versículo del día y se hagan a conciencia un examen. Si todavía hay
algo por lo cual se envanecen, pidan perdón al Señor y cambien de actitud.
Amado Señor: Yo también
te pido perdón por tener los ojos nublados a la realidad y no reconocer mi
pecado. Gracias por perdonarme y por todo lo que por tu bendita gracia has
permitido que yo goce. Enséñame a no tener un concepto más alto del que debo
tener y a poner completamente a tu servicio los dones que me has concedido.
Un abrazo y
bendiciones.
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