En el curso de mi vida acabó Dios con mis fuerzas; me redujo los días. Por eso dije: No me lleves, Dios mío, a la mitad de mi vida; tú permaneces por todas las generaciones.Salmo 102:23-24.
Lectura del día: Salmo
102:1-28. Versículos del día: Salmo
102:23-24.
MEDITACIÓN DIARIA
A veces sucede que
necesitamos de cosas fuertes para también reaccionar y motivarnos a revisar
nuestras vidas. Cuando fui diagnosticada con cáncer de seno, también sentí que
mis fuerzas fallaban y en un momento de quebrantamiento le dije al Señor algo
parecido a lo dicho por el salmista. Y el Señor que es clemente y compasivo tuvo
piedad de mí y me levantó nuevamente con un propósito nuevo desde ese día,
aunque todavía no estoy segura de sí es este únicamente o me tiene algo
preparado diferente, que aún no alcanzo a vislumbrar.
Yo recuerdo haberle
dicho al Señor que no me llevara todavía, que no había hecho nada por Él y no
quería llegar con las manos vacías. Que me indicara qué podía hacer por Él, y
el Espíritu Santo me abrió los ojos para que entendiera que si Dios me había
dado el talento de escribir era primero que todo para glorificar su Nombre.
Desde esa fecha, el 11 de agosto de 2008, comencé a escribir mis devocionales y
enviarlos a mis contactos que han accedido a recibirlos. Más adelante, mi hijo
Daniel Andrés me ayudó a crear un blog donde diariamente los subo. He recibido
muchos mensajes de personas que leen el blog, y he sabido de otras tantas que
lo reciben por e-mail y a su vez lo reenvían. Le doy toda la gloria y honra al
Señor por haberme permitido vivir más tiempo, por haberme sanado completamente
de mi cáncer y por darme el denuedo para siempre escribir mis devocionales. Las
veces que no lo hecho han sido por cuestiones de salud y en realidad muy pocas.
No me canso ni me
cansaré de contar mi testimonio porque sé que si el Señor me brindó más años
aquí en la tierra y me miró con ojos de ternura, fue para que yo hablara de sus
proezas y nunca dejara de adorarle como mi gran Dios, Señor, Salvador y
Redentor de mi vida. “Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de
luto y me vestiste de fiesta, para que te cante y te glorifique, y no me quede
callado. ¡Señor mi Dios, siempre te daré gracias!”. (Salmo 30:11-12).
¡Sí Amado Señor! Siempre
te daré gracias porque me has mirado con ojos de amor. Porque en mi angustia me
tendiste tus brazos rodeándome de tu calor, abrigo y salud. Porque cada día que
pasa es un tic recordándome tu grandeza, poder y majestad. Definitivamente ni
un solo cabello de mi cabeza caerá sin que Tú lo decidas. Es maravilloso
conocerte y saber que eres el Rey por excelencia, el Todopoderoso, el Gran Yo
soy. ¡Te amo mi Señor!
Un abrazo y
bendiciones.