sábado, 31 de marzo de 2012

La juventud y belleza se acaban

Engañoso es el encanto y pasajera la belleza; la mujer que teme al Señor es digna de alabanza.

Proverbios 31:30.


Lectura diaria: Proverbios 31:10-31. Versículo principal: Proverbio 31:30.


REFLEXIÓN


Tanto la juventud como la belleza son como “flor de un día”: simplemente llegan pero no perduran. El tiempo pasa veloz y cuando volteamos a mirar nuevamente ya los hijos no son niños ni jóvenes y los años se nos han ido, muchas veces sin saber cómo. Moisés en su Salmo dice: “Tantos años de vida, sin embargo, solo traen pesadas cargas y calamidades, pronto pasan y con ellos pasamos nosotros” (Sal. 90:10b). Tenemos que aprender a cuidar y valorar cada día como si fuera el último que estamos viviendo; sacarle el mayor provecho. Gozar y reír con los que ríen y llorar también con los que sufren. Valorar el resplandor del sol como el centelleante rayo en un invierno. La hermosura de una rosa en el vergel, como el sonido del agua en la cascada. Y qué no decir de la inmensa valía que tiene poder acariciar todavía a una madre o departir con los hijos una cena.

El sabio Salomón enseña que no sirve de nada afanarnos tanto en esta vida; lo que debemos hacer es sacarle provecho a los afanes: disfrutarlos y no amargarnos por ellos (Ecl. 2:22). Tanto hombres como mujeres nos vamos marchitando y lo único que puede quedar indemne es la belleza del alma; lo que se haya sembrado en el corazón, porque en los años seniles esto será el aliciente verdadero de la vida. Ninguna época se puede despreciar y menos la vejez. La vejez es sinónimo de experiencia, de conocimiento, de sabiduría. “Las canas son una honrosa corona que se obtiene en el camino de la justicia” (Pr. 16:31) y honra para quienes las tienen (Pr. 20:29).

La vejez está ligada con la sabiduría y “El principio de la sabiduría es el temor del Señor” (Sal. 122:10). Así que un corazón sabio es aquel que se llena del conocimiento de Dios y aprende a contar bien sus días de manera que en la vejez continúe dando frutos la belleza de su interior.


Señor: Permite que nuestros años seniles sean llenos de la sabiduría necesaria para vivir como flores frondosas y lozanas a pesar de los años que tengamos.


Un abrazo y bendiciones.

viernes, 30 de marzo de 2012

Todos tienen que saberlo

Por tanto, sépalo bien todo Israel que a este Jesús, a quienes ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías.
Hechos 2:36.


Lectura diaria: Hechos 2:1-40. Versículo principal: Hechos 2:36.


REFLEXIÓN


Al igual que Pedro nos corresponde a nosotros los cristianos, los que ya conocemos y hemos vivido con el Señor, levantarnos y hablar con denuedo de Él. Darlo a conocer para que se cumpla la Escritura “y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor” (Fil. 2:11).

Los apóstoles estaban reunidos todos en el mismo lugar cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos y los llenó con su presencia (vv. 1-4). De ahí en adelante vemos la transformación de Pedro: el discípulo miedoso, avergonzado de “su Maestro”, que lo había negado tres veces, se levanta y como el más versado e intelectual toma la vocería de sus compañeros y les da tremenda lección a todos los que se agolparon a observarlos. Fue tan directo y vivo el mensaje que conmovidos preguntaron: “–Hermanos, ¿qué debemos hacer?” (v. 37).

Se acerca la Semana Santa: tiempo donde se conmemora la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesucristo; aprovechemos este momento para dejar a un lado la timidez y cobardía “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio” (1 Ti. 1:7), y proclamar con valor a nuestro Rey y Salvador. Si nos sentimos débiles, cansados, agotados, sin fuerzas, o creemos que no seremos capaces, pidámosle al Espíritu Santo que nos llene con toda su plenitud (Ef. 5:18). La llenura del Espíritu es una orden que se nos da, precisamente porque Dios sabe de nuestra condición y la necesitamos al igual que Pedro, los discípulos y demás personas que se encontraban en aquel aposento.

No dejemos escapar las oportunidades. Es tiempo de buenas noticias. Hay que publicarlo, hay que divulgarlo. Llegó la hora en que todos tienen que saber que ese Jesús que fue crucificado, Dios lo ha hecho Señor y Mesías para la humanidad.


Amado Jesús: Llénanos de tu Santo Espíritu y permite que seamos portadores de tu mensaje vivo y real para que todos conozcan que eres el Salvador del mundo y lleguen a tus pies.


Un abrazo y bendiciones.

jueves, 29 de marzo de 2012

Obediencia absoluta

Moisés hizo todo tal y como el Señor se lo mandó.
Éxodo 40:16.


Lectura diaria: Éxodo 46:1-38. Versículo principal: Éxodo 40:16.


REFLEXIÓN


Definitivamente el Señor siempre está dispuesto a enseñarnos y mostrarnos su Palabra de manera total. He pasado muchas veces por esta lectura y hasta ahora comprendo la profundidad del mensaje, donde Moisés cumplió a cabalidad lo mandado por el Señor. Me impresiona que desde el versículo 16 al 32, son ocho las veces que se repite lo mismo: “Tal y como el Señor se lo mandó” o como “se lo había ordenado”. Moisés no falló en ninguna de las instrucciones dadas por el Rey del cielo, en este caso para levantar el santuario. Si leemos nos damos cuenta que fueron una serie de detalles especiales y cosas minuciosas. Me asombra también la memoria de Moisés para no dejar nada por fuera ya que tampoco era un muchacho juvenil ni tenía las herramientas como las que poseemos ahora. Simplemente fue su deseo de agradar a Dios y cumplir su voluntad.

¡Cuánto nos cuesta obedecer! La desobediencia fue el primer pecado entrado al mundo a través de Adán y Eva y miremos la consecuencia tan alta que nos quedó como herencia: la separación del hombre con Dios; la muerte eterna. De ahí que desde ese mismo momento se nos hubiera prometido un Salvador (Gé. 3:15); promesa cumplida a través del Señor Jesucristo quien fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz para darnos vida eterna (Fil. 2:8).

La desobediencia es ante todo rebelión. Él no esta interesado en sacrificios ni en tanta palabrería y promesas no cumplidas: “¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se desobedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio y el prestar atención más que la grasa de los carneros” (1 Sa. 15:22). Ni siquiera se puede creer que porque se va a una iglesia, se diezma, se ora, se alaba al Señor, estamos agradándole. ¡Estamos completamente equivocados! De nada sirve lo anterior si nuestro corazón no está arrodillado ante Él. Un corazón contrito y humillado es el que el Señor no desprecia (Sal. 51:17); y el corazón humillado es aquel que le dice: “Señor tu primero: me someto a ti”. El no obedecer es simple y llanamente rebelión y dice ahí más adelante el Libro de Samuel: “La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría” (1 S. 15:23). La obediencia es ante todo lo que Dios demanda de nosotros y debemos tener un corazón dispuesto para ello.

Reflexionemos y pensemos sí de verdad estamos agradando al Señor. “Si obedeces al Señor tu Dios, todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te acompañarán siempre” dice Deuteronomio 28:2 y nos empieza a enumerar las ricas bendiciones que vienen si lo hacemos: (Dt. 28:3-14). Definitivamente, si la obediencia no es absoluta no es obediencia.


Señor, enséñanos a obedecerte como lo esperas de tus hijos: sin preámbulos ni condiciones sabiendo que esto te agrada. Llénanos de la plenitud de tu Santo Espíritu para que tengamos todo el poder y cumplir a cabalidad tu Palabra.


Un abrazo y bendiciones.

miércoles, 28 de marzo de 2012

¿Me amas?

–Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? –Sí, Señor, tú sabes que te quiero –contestó Pedro. –Apacienta mis corderos –le dijo Jesús.
Juan 21:15.


Lectura diaria: Juan 21:15-25. Versículo principal: Juan 21:15.


REFLEXIÓN


Carlos, Juan, Luis, Jorge, Lucía, Martha, (pongamos nuestro nombre). ¿Me amas? Es la pregunta que el Señor nos hace a cada uno; contestémosle sinceramente. ¿Me amas de verdad? Muy seguramente nos tendrá que cuestionar como a Pedro: tres veces hasta que salga la respuesta desde lo profundo del corazón: “–Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero” (v. 17c).

Cuántas veces decimos que lo amamos pero todo se convierte nada más en solo palabras que fácilmente se las lleva el viento. ¿A quién amamos? ¿Al Dios que está allá lejano mientras estamos aquí vacíos y destruidos por dentro? O ¿al Dios que tenemos como fetiche en una estampa? ¿O al de la figura hecha por manos humanas de un Cristo muerto? ¿Es ese nuestro Dios? Si es así lo tenemos como muy poca cosa, porque nuestro Dios no está muerto; vive y quiere morar completamente en nuestras vidas. No es un Dios lejano, precisamente a eso vino: para estar con todo aquel que le permita seguir para demostrarle cuánto lo ama y cuánto puede hacer por él.

Tal vez, decimos que le amamos pero nos ha sucedido igual que a Pedro: le hemos negado por miedo, vergüenza o por conveniencia (Lc. 22:54-62). Sin embargo, hoy el Señor se acerca hacia ti y con todo su amor y ternura te pregunta: ¿me amas más que éstos? Reflexiona desde lo más íntimo y contéstale con tu verdad. No le contestes a la ligera (“–Aunque todos te abandonen, –declaró Pedro–, yo jamás lo haré”. Mateo. 31:33), porque puedes salir a llorar amargamente por haber negado a tu Señor.


Amado Señor: Permite que si en realidad te amamos, demos muestra ante el mundo de que así es. Que los demás vean en nosotros al Cristo resucitado que da vida, esperanza, amor y paz.


Un abrazo y bendiciones.

martes, 27 de marzo de 2012

Reconociéndolo como Señor y Dios

–¡Señor mío y Dios mío! –exclamó Tomás.
Juan 20:28.


Lectura diaria: Juan 20:24-31. Versículo principal: Juan 20:28.


REFLEXIÓN


Le costó al discípulo Tomás creer antes de ver. A pesar de haber estado a su lado durante todo el ministerio del Señor, de haber sido testigo presencial de los milagros que realizó, de lo que escuchó y aprendió directamente de Él, su fe no le alcanzó para entender que “su Maestro” resucitaría. “–Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe” (v. 27). Exactamente le respondió el Señor sobre lo mismo que Tomás había cuestionado (v. 25). El Señor le dice: “dichosos los que no han visto y sin embargo creen” (v. 29).

No solamente es Dios creador del universo, es también quien enseñorea todas las cosas. “Por medio de él todas las cosas fueron creadas” (Jn. 1:3); Jesucristo el Verbo encarnado, es Soberano Señor y Rey. “Está vestido de un manto teñido de sangre, y su nombre es el Verbo de Dios”; “En su manto y sobre el muslo lleva escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Ap. 19: 13 y 16). Teñido de sangre porque el Verbo de Dios se inmoló por la humanidad; no le importó derramarla toda con tal de que tú y yo un día pudiéramos reconocerle como lo que es: Señor y Dios. Por eso es más que digno de llamarse “Rey de reyes y Señor de Señores”.

¿Si es Cristo para ti el Señor y Dios? O solamente es una figura representada en un crucifijo que ni siquiera demuestra la realidad de cómo quedó como persona. Recordemos que Isaías profetizó sobre su muerte: “Muchos se asombraron de él, pues tenía desfigurado el semblante; ¡nada de humano tenía su aspecto!” (Is. 52:14). Busquemos en nuestro corazón el señorío de Cristo. Reconozcámoslo como lo que es: Dios y Señor. Solo podemos entender su mensaje, oírlo y reconocerlo como Señor y Dios cuando le abrimos el corazón y le permitimos que entre a formar parte de nosotros. Entonces sí; si lo tenemos entronizado será de verdad quien gobierne cada una de nuestras áreas y podemos decirle sinceramente: “Señor mío y Dios mío”.


Amado Jesús: Enséñanos a entregarte absolutamente todas las áreas de nuestra vida para que en realidad podamos exclamar que eres el verdadero Señor y Dios, gobernador nuestro.


Un abrazo y bendiciones.