jueves, 29 de marzo de 2012

Obediencia absoluta

Moisés hizo todo tal y como el Señor se lo mandó.
Éxodo 40:16.


Lectura diaria: Éxodo 46:1-38. Versículo principal: Éxodo 40:16.


REFLEXIÓN


Definitivamente el Señor siempre está dispuesto a enseñarnos y mostrarnos su Palabra de manera total. He pasado muchas veces por esta lectura y hasta ahora comprendo la profundidad del mensaje, donde Moisés cumplió a cabalidad lo mandado por el Señor. Me impresiona que desde el versículo 16 al 32, son ocho las veces que se repite lo mismo: “Tal y como el Señor se lo mandó” o como “se lo había ordenado”. Moisés no falló en ninguna de las instrucciones dadas por el Rey del cielo, en este caso para levantar el santuario. Si leemos nos damos cuenta que fueron una serie de detalles especiales y cosas minuciosas. Me asombra también la memoria de Moisés para no dejar nada por fuera ya que tampoco era un muchacho juvenil ni tenía las herramientas como las que poseemos ahora. Simplemente fue su deseo de agradar a Dios y cumplir su voluntad.

¡Cuánto nos cuesta obedecer! La desobediencia fue el primer pecado entrado al mundo a través de Adán y Eva y miremos la consecuencia tan alta que nos quedó como herencia: la separación del hombre con Dios; la muerte eterna. De ahí que desde ese mismo momento se nos hubiera prometido un Salvador (Gé. 3:15); promesa cumplida a través del Señor Jesucristo quien fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz para darnos vida eterna (Fil. 2:8).

La desobediencia es ante todo rebelión. Él no esta interesado en sacrificios ni en tanta palabrería y promesas no cumplidas: “¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se desobedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio y el prestar atención más que la grasa de los carneros” (1 Sa. 15:22). Ni siquiera se puede creer que porque se va a una iglesia, se diezma, se ora, se alaba al Señor, estamos agradándole. ¡Estamos completamente equivocados! De nada sirve lo anterior si nuestro corazón no está arrodillado ante Él. Un corazón contrito y humillado es el que el Señor no desprecia (Sal. 51:17); y el corazón humillado es aquel que le dice: “Señor tu primero: me someto a ti”. El no obedecer es simple y llanamente rebelión y dice ahí más adelante el Libro de Samuel: “La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría” (1 S. 15:23). La obediencia es ante todo lo que Dios demanda de nosotros y debemos tener un corazón dispuesto para ello.

Reflexionemos y pensemos sí de verdad estamos agradando al Señor. “Si obedeces al Señor tu Dios, todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te acompañarán siempre” dice Deuteronomio 28:2 y nos empieza a enumerar las ricas bendiciones que vienen si lo hacemos: (Dt. 28:3-14). Definitivamente, si la obediencia no es absoluta no es obediencia.


Señor, enséñanos a obedecerte como lo esperas de tus hijos: sin preámbulos ni condiciones sabiendo que esto te agrada. Llénanos de la plenitud de tu Santo Espíritu para que tengamos todo el poder y cumplir a cabalidad tu Palabra.


Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: