domingo, 11 de marzo de 2012

El reto está ahí

Ya no creemos sólo por lo que tú dijiste –le decían a la mujer–; ahora lo hemos oído nosotros mismos, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo.
Juan 4:42.


Lectura diaria; Juan 4:1-42. Versículo principal: Juan 4:42.


REFLEXIÓN


Solamente viviendo con el Señor y experimentando su paz, su gozo y su amor, podemos darnos cuenta personalmente, si en lo que hemos creído es cierto. Vale la pena asumir el riesgo. Es como cuando tienes mucha sed y te ponen al frente dos vasos: uno con agua y otro con trago blanco, para saber cual es el de agua, primero hay que probar.

Muchos suelen ser como los samaritanos de la lectura: incrédulos y renuentes a escucharle, pero cuando en realidad conocen al Señor Jesús, proclaman también: “verdaderamente este es el Salvador del mundo”.

La mujer no se quedó callada, y eso es igualmente lo bonito de la historia. En su encuentro con Jesús, esta samaritana pudo comprobar que Cristo verdaderamente calma toda sed y ansiedad y quiso ir y divulgarlo a los suyos; pues ellos también como israelitas lo esperaban. (v. 25). Su testimonio valió para que le pusieran atención y personalmente comprobaran y creyeran.

Nadie puede decir o hablar sandeces sobre Jesús si en realidad no le conoce, y para conocerle tiene que abrir su corazón ante Él (vv. 15-18). Hay que querer tomar del agua que ofrece porque la sed y el cansancio ya no dan más y el pozo de la vida es muy profundo para alcanzarla por los propios medios. Igual que ellos se ha dejado al Señor a un lado para ir en busca de otras fuentes rotas: “Dos son los pecados que ha cometido mi pueblo: Me han abandonado a mí, fuente de agua viva, y han cavado sus propias cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jer. 2:13). El Señor compasivo le dice a todas estas personas: “¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba!” (Jn. 7:37). Hay que afrontar el desafío y beber para saber a ciencia cierta si es quien dijo ser o es un impostor.

El reto está expuesto para todo aquel que desee comprobarlo; y con certeza les diré que jamás se arrepentirán de ello. Ustedes divulgaran esas mismas palabras: “verdaderamente este es el Salvador del mundo”.


Señor Jesús: Gracias porque eres tan real como el agua que brota del manantial: clara, limpia y refrescante.


Un abrazo y bendiciones.

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