martes, 24 de noviembre de 2015

Busquemos el camino de la reconciliación con Dios

La mano del Señor no es corta para salvar, ni es sordo su oído para oír. Son las iniquidades de stedes las que los separan de su Dios. Son estos pecados los que lo llevan a ocultar su rostro para no escuchar. Isaías 59: 1-2.

Lectura: Isaías 59:1-21.  Versículos del día: Isaías 59:1-2.

MEDITACIÓN DIARIA

Así como el Señor se dirigió a los de su pueblo a través del profeta Isaías, hoy se dirige no solamente a los de su Iglesia, también a todos los hombres para que de una vez se entienda que cuando pedimos algo, primero tenemos que mirar cómo está nuestro corazón.
Observemos que nos separa de Dios: manos manchadas de sangre; labios mentirosos; lengua murmuradora; injusticia, malicia, perversidad; desconocedores de la paz (vv. 3-7).  “Por eso el derecho está lejos de nosotros, y la justicia queda fuera de nuestro alcance. Esperábamos luz, pero todo es tinieblas; claridad, pero andamos en densa oscuridad” (v. 9). Pero gracias a nuestro Padre que Él cumple lo que promete: “Desde el occidente temerán el nombre del Señor, y desde el oriente respetarán su gloria. Porque vendrá como un torrente caudaloso, impulsado por el soplo del Señor. El Redentor vendrá a Sión; ¡vendrá a todos los de Jacob que se arrepientan de su rebeldía!” (vv. 19-20). El pecado nos separa de Dios. Y la verdad es que desde que Adán y Eva desobedecieron y pecaron, la humanidad ha estado caída. Por eso Dios en su infinita misericordia prometió desde ese tiempo un Salvador. La promesa se cumplió y Jesús de Nazaret vino hace más de dos mil años, para redimirnos del pecado que mora en cada uno de nosotros. Nadie puede decir que no ha pecado porque entonces estaría invalidando la obra de Jesús en la cruz.
El mensaje encierra un examen de conciencia para establecer y confesar los pecados, sea que digas o no conocer al Redentor. Si en verdad deseas que el Señor extienda su mano para ayudarte y su oído para oír tus plegarias, ya sabes cuál es el camino a seguir.

Amado Señor: Te pedimos que a través de tu Santo Espíritu nos convenzas  del pecado que mora en nosotros. Hoy los confesamos ante Ti sabiendo que tu bendita sangre nos limpia de todos ellos y que alejas nuestras rebeliones como está lejos el este del oeste. Muchas gracias Señor por perdonarnos y limpiarnos. Queremos tener una relación directa contigo y aprender a cumplir tu voluntad.

Un abrazo y bendiciones.

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