jueves, 25 de diciembre de 2014

Reconociendo a Jesús como el Salvador del mundo




—Ya no creemos sólo por lo que tú dijiste —le decían a la mujer—; ahora lo hemos oído nosotros mismos, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo.
 Juan 4:42.


Lectura: Juan 4:1-42.  Versículo del día: Juan 4:42.

MEDITACIÓN DIARIA

Durante su vida pública fueron muchos los que reconocieron que Jesús era el Mesías, el Salvador, el Cristo que habría de venir al mundo. Así lo confirmaron los de Samaria luego de que la mujer fue a darles la noticia que había encontrado al Cristo (v. 29). Veamos otro ejemplos como el de Pedro; el dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16) y lo reafirmó en otra ocasión, diciendo que no había a quién más ir: “Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68); Marta, la hermana de Lázaro, igual lo hizo: “Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo” (Juan 11:27). El etíope cuando Felipe le compartió de Jesús: “Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios” (Hechos 8:37 VRV1960). Estos son solo algunos de ellos. “Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida” (Juan 20:31).
Si quieres comprobarlo personalmente tienes que tomar del agua de vida que Jesús te ofrece, como a la mujer samaritana que fue al pozo de Jacob: “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —respondió Jesús—, pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna” (Juan 4:13-14 en la lectura). Tienes que experimentarlo por sí mismo. Te aseguro que Cristo es quien dijo ser. Es el Hijo de Dios vivo que vino al mundo en un humilde pesebre con el propósito de rescatarte de las garras del infierno. ¡Acéptalo en tu vida!

Amado Jesús: Reconocemos que eres el niñito nacido en Belén. Te entregamos nuestro corazón para que nazcas ahí en medio de la tristeza y del dolor, de los afanes y tropiezos. Muchas veces nos equivocamos queriendo hacer nuestra voluntad, pero hoy deseamos que vengas a formar parte esencial en nuestras vidas. Gracias por haber venido al mundo Jesús, y gracias porque contigo tendremos una vida eterna a tu lado.

Un abrazo y bendiciones.

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