viernes, 12 de diciembre de 2014

Para que aún en el ocaso brille el Sol naciente



Así nos visitará desde el cielo el sol naciente,  para dar luz a los que viven en tinieblas, en la más terrible oscuridad, para guiar nuestros pasos por la senda de la paz. 
Lucas 1:78b-79.

Lectura: Lucas 1:67-80.  Versículos del día: Lucas 1:78b-79.

MEDITACIÓN DIARIA

El Señor Jesús, Salvador del mundo es ese sol naciente que viene del cielo a visitarnos y sacar de las garras del infierno a las personas. El sol naciente es la luz de su gloria; el resplandor eterno que tendremos si hemos decidido que nos visitara.  Es también el sol de justicia y de paz. No nos dejemos engañar por Satanás para hacernos creer que somos lo suficientemente buenos y no necesitamos al Señor, porque así como el sol sale en las mañanas para iluminar y dar calor a todos por igual, así también ese Sol naciente que es el Hijo de Dios, viene a ofrecer su luz a la humanidad completa y de cada uno depende si le permite brillar en toda su extensión o solamente una luz tenue que  apenas alcance para pasar a medias la carrera hacia la vida celestial. O de pronto, ni siquiera  desea que la luz de Jesús ilumine su vida.
Los tiempos que se están viviendo son malos. Lo mejor es   brillar en medio de las tinieblas reinantes para llevar luz donde hay tanta oscuridad. El Sol naciente, nuestra alborada con sus rayos destellantes  nos permite caminar junto a Él gozando de su resplandor. Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad; así que si tenemos su luz pero vivimos en oscuridad, nos hacemos mentirosos y Dios no está en nosotros (1 Juan 1:5-6).  Una cosa es vivir en oscuridad y otra bien diferente es brillar en medio de ella. Aceptemos al Sol naciente que vino a la tierra hace dos milenios y vivamos cobijados bajo sus destellos resplandecientes para que su luz nos alumbre aún en el ocaso del atardecer.

Amado Señor: Eres el Sol naciente que iluminas nuestros pasos. No queremos por ningún motivo dejarnos llevar por las tinieblas; nuestro deseo es terminar el día con los rayos aún fulgurantes del ocaso del sol, para que otros también puedan conocerte y continuar la obra encomendada de tu mensaje de salvación.

Un abrazo y bendiciones.   

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