sábado, 1 de marzo de 2014

El privilegio de ser sus hijos




Hijo mío —le dijo su padre—, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. 
Lucas 15:31.


Lectura: Lucas 15:11-32.  Versículo del día: Lucas 15:31.

MEDITACIÓN DIARIA

Siempre hemos visto la enseñanza de la parábola del ‘Hijo perdido’ o más común llamada del ‘Hijo pródigo’, desde la óptica del que se va, pero regresa arrepentido.  Considero que también nos deja una gran lección lo sucedido con el otro hijo, con el que ha sido fiel y siempre está al lado del padre.
Me parece importante porque ese es el lugar que todo cristiano tiene junto al Padre celestial, y se está perdiendo de recibir las bendiciones que Él ofrece simplemente porque le falta conocimiento de su Palabra.  Ese “todo lo que tengo es tuyo” es para el cristiano, para el nacido de nuevo con el Señor Jesucristo. Somos sus hijos (Juan 1:12), y como hijos podemos pedir y seguro que nuestro Padre responderá de la mejor manera: “Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!” (Mateo 7:11). Dice también el apóstol Santiago que: “No tienen, porque no piden.  Y cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones” (Santiago 4:2-3). Es claro. Si un niño le pide a su papá de regalo una cuchilla, seguro que no se la dará porque sabe que se haría daño; igualmente es Dios con sus hijos, sabe que les conviene y qué no.
 “¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!” (1 Juan 3:1).  No desaprovechemos ese amor. Dios como Padre nos da un amor perfecto; un amor inigualable, un amor ágape y tenemos que aprender a disfrutar ese amor.  El mejor regalo para todo ser humano es que se le llame hijo de Dios y Cristo Jesús, es el amor perfecto que nos lleva a formar parte de la familia divina. 

Amado Padre celestial: Muchas gracias por llamarnos tus hijos. Qué hermoso saber que tenemos al mejor Papito del universo; al que siempre quiere tenernos a su lado y desea que gocemos de todos sus beneficios porque somos sus herederos. ¡Qué gran privilegio Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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