miércoles, 19 de marzo de 2014

Inclinarse para decirle: ¡Creo en ti Señor!




—Creo, Señor —declaró el hombre. Y, postrándose, lo adoró. 
Juan 9:38.


Lectura: Juan 9:1-41.  Versículo del día: Juan 9:38.

MEDITACIÓN DIARIA

La lectura nos habla sobre el ciego de nacimiento a quien Jesús haciendo barro con su saliva, lo puso sobre sus ojos, y le ordenó ir al estante de Siloé a bañarse. “El ciego fue y se lavó, y al volver ya veía” (v. 7b).
Este milagro revolucionó a los vecinos y llevaron al hombre ante los fariseos quienes acusaban a Jesús de no respetar el sábado y lo tildaban de pecador. No creyendo que hubiera nacido ciego de nacimiento, llamaron a sus padres para cuestionarlos acerca de su hijo.  Ellos respondieron enfáticamente que era su hijo, que había nacido ciego y ahora veía; que le preguntaran directamente a él cómo había sucedido que para eso era mayor de edad. Nuevamente interrogan al sanado y les volvió a repetir lo mismo (vv. 8-21). En verdad, ellos estaban más ciegos que él. No creían aun comprobándolo con sus propios ojos y objetaban que ni siquiera sabían de dónde había salido Jesús: “¡Allí está lo sorprendente! —respondió el hombre—: que ustedes no sepan de dónde salió, y que a mí me haya abierto los ojos.  Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí a los piadosos y a quienes hacen su voluntad.  Jamás se ha sabido que alguien le haya abierto los ojos a uno que nació ciego.  Si este hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada” (vv. 30-33). Como era de suponerse la respuesta del hombre les tocó más el orgullo porque ellos se creían eruditos de las Escrituras y lo expulsaron.
Cuando se encuentra con Jesús nuevamente, ya su corazón estaba listo para recibirle y confesar con resolución cuando el Señor le pregunta: “¿Crees en el Hijo del hombre?  —¿Quién es, Señor? Dímelo, para que crea en él.  —Pues ya lo has visto —le contestó Jesús—; es el que está hablando contigo.  —Creo, Señor —declaró el hombre. Y, postrándose, lo adoró” (vv. 35-38).
Igual que los fariseos, muchos van creyendo en sus propias opiniones y la misma tradición no les permite ver que hay un Jesús que vino exactamente con la misión de manifestarse a los hombres, para abrir los ojos espirituales de todos los que se acerquen a Él.
Mi oración es porque también te postres y le digas sinceramente: “—Creo, Señor —”.

Amado Señor: Gracias porque también has abierto nuestros ojos a la luz de tu salvación. Gracias por permitirnos entender tu Palabra y saber que ahora andamos en claridad.  Te rogamos por todas las personas que hoy se inclinan para decirte: ‘Creo en ti Señor’.  Llévalas de tu mano por la senda de resplandor, para que no se extravíen y continúen contigo hasta alcanzar la meta esperada.

Un abrazo y bendiciones.

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