—Creo, Señor —declaró el hombre. Y, postrándose, lo adoró.Juan 9:38.
Lectura: Juan 9:1-41. Versículo del día: Juan 9:38.
MEDITACIÓN DIARIA
La lectura nos habla
sobre el ciego de nacimiento a quien Jesús haciendo barro con su saliva, lo
puso sobre sus ojos, y le ordenó ir al estante de Siloé a bañarse. “El ciego fue
y se lavó, y al volver ya veía” (v. 7b).
Este milagro revolucionó a los vecinos
y llevaron al hombre ante los fariseos quienes acusaban a Jesús de no respetar
el sábado y lo tildaban de pecador. No creyendo que hubiera nacido ciego de
nacimiento, llamaron a sus padres para cuestionarlos acerca de su hijo. Ellos respondieron enfáticamente que era su hijo,
que había nacido ciego y ahora veía; que le preguntaran directamente a él cómo
había sucedido que para eso era mayor de edad. Nuevamente interrogan al sanado y
les volvió a repetir lo mismo (vv. 8-21). En verdad, ellos estaban más ciegos
que él. No creían aun comprobándolo con sus propios ojos y objetaban que ni
siquiera sabían de dónde había salido Jesús: “¡Allí está lo
sorprendente! —respondió el hombre—: que ustedes no sepan de dónde salió, y que
a mí me haya abierto los ojos. Sabemos
que Dios no escucha a los pecadores, pero sí a los piadosos y a quienes hacen
su voluntad. Jamás se ha sabido que
alguien le haya abierto los ojos a uno que nació ciego. Si este hombre no viniera de parte de Dios, no
podría hacer nada” (vv. 30-33). Como era de suponerse la respuesta del hombre
les tocó más el orgullo porque ellos se creían eruditos de las Escrituras y lo
expulsaron.
Cuando se encuentra con
Jesús nuevamente, ya su corazón estaba listo para recibirle y confesar con
resolución cuando el Señor le pregunta: “¿Crees en el Hijo del hombre? —¿Quién es, Señor? Dímelo, para que crea en
él. —Pues ya lo has visto —le contestó
Jesús—; es el que está hablando contigo. —Creo, Señor —declaró el hombre. Y,
postrándose, lo adoró” (vv. 35-38).
Igual que los fariseos,
muchos van creyendo en sus propias opiniones y la misma tradición no les
permite ver que hay un Jesús que vino exactamente con la misión de manifestarse
a los hombres, para abrir los ojos espirituales de todos los que se acerquen a
Él.
Mi oración es porque
también te postres y le digas sinceramente: “—Creo, Señor —”.
Amado Señor: Gracias
porque también has abierto nuestros ojos a la luz de tu salvación. Gracias por
permitirnos entender tu Palabra y saber que ahora andamos en claridad. Te rogamos por todas las personas que hoy se
inclinan para decirte: ‘Creo en ti Señor’.
Llévalas de tu mano por la senda de resplandor, para que no se extravíen
y continúen contigo hasta alcanzar la meta esperada.
Un abrazo y
bendiciones.
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