¡Me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir! Fuiste más fuerte que yo, y me venciste.Jeremías 20:7.
Versículo del día:
Jeremías 20:7-18. Versículo del día:
Jeremías 20:7.
MEDITACIÓN DIARIA
Creo que en algún
momento de nuestra vida cristiana cuando afloran y afloran los problemas, el espíritu
se decae y resultamos quejándonos igual que Jeremías. Y no
es que quizá nos haya sucedido tal cual, pero muchas veces sí notamos o
escuchamos rumores de cuestionamientos tales como: ¿Dónde está el Dios del que
habla? U otros que piensan que cualquier cosa que nos suceda es porque estamos
completamente invadidos de pecado y que según ellos ‘con razón se enfermó’; ‘con
razón fracasó’ etc. A lo largo de toda la Biblia, vemos hombres desde Moisés
hasta los profetas que fueron vituperados, maltratados e incluso asesinados por
defender su fe (Hebreos 11:36-37). Si el
mismo Señor Jesús, fue objeto de burlas, insultos y golpes, ¿por qué no esperar
que nos suceda lo mismo?
Tengo que confesar que
igual que Jeremías me he lamentado, llorado y clamado al Señor en épocas de
adversidad. Hubo tiempos en que le dije
al Señor: —No
volveré a hablar de ti —; sin
embargo, Dios mismo se encarga de ponernos en situaciones donde el Espíritu
Santo como llama de fuego va ardiendo adentro y es imposible callar. Es cuando entendemos las palabras de David: “El
celo por tu casa me consume” (Salmo 69:9). Y no pensamos entonces, solamente en
nosotros, sino en el testimonio de los otros: “Señor Soberano, Todopoderoso, que
no sean avergonzados por mi culpa los que en ti esperan” (Salmo 69:6).
Y si esto nos pasa
solamente con lo nuestro, ¿qué diríamos si fuéramos perseguidos por causa del
Evangelio? Tenemos que estar preparados porque con absoluta seguridad los tiempos
van para allá a pasos agigantados. Dios
permita que cuando lleguen no demos marcha atrás y todos, por el amor que le profesamos, podamos exclamarle también: ‘¡Me sedujiste,
Señor, y yo me dejé seducir!
Amado Señor: Muchas
gracias porque a pesar de las circunstancias nos has sostenido. Gracias porque
tu amor es tan grande que jamás se agota; y en momentos de debilidad tu brazo
victorioso está listo para extenderse, fortalecernos y abrazarnos, y hacernos
entender que estás a nuestro lado. ¡Fuiste más fuerte que yo, y me venciste!
Un abrazo y
bendiciones.
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