Yo he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me aceptan; pero si otro viniera por su propia cuenta, a ése sí lo aceptarían.Juan 5:43.
Lectura: Juan
5:31-47. Versículo del día: Juan 5:43.
MEDITACIÓN DIARIA
Estamos viviendo
tiempos en que lo escrito se está cumpliendo: a lo bueno se le llama malo y a
lo malo bueno (Isaías 5:20). El mundo
entero cada día va más hacia el control del maligno y a nosotros que sabemos
que somos hijos de Dios (1 juan 5:19), nos miran con ojos de recelo, rabia,
enojo y se empieza a percibir la discriminación hacia los cristianos. Ahora
vale más todo lo que tiene que ver con un mundo plagado de inmoralidad sexual,
injusticia social y desconocimiento total de Dios, que lo escrito en las mismas Constituciones de los países —por lo menos en
aquellos donde ha existido un temor a Dios —.
Bajo estos parámetros,
vemos cada día surgir diferentes movimientos, sectas e incluso brujos de turno
que nada tienen que ver con un cristianismo sano, y hacia ellos sí corre el
mundo como si estuvieran regalando lo mejor.
En los colegios y
escuelas se puede hablar y aceptar de abortos, matrimonios gay, adopciones entre ellos y de cualquier clase de
lectura, menos de la Biblia; y muchísimo menos de hablar sobre Jesucristo. Las clases
antiguas de religión y ética están perdidas o apabulladas por las nuevas tendencias
y nosotros los cristianos con la boca cerrada, porque no se nos permite
expresar nuestras creencias. Como todo lo de ahora; si lo hacemos, va en contra
del libre desarrollo de la persona.
O sea, que nuestros
niños y jóvenes pueden hacer lo que se les antoje porque están amparados por
las diferentes instituciones gubernamentales que los apoyan. Ya no se puede
castigar a un menor ni inculcarle valores morales dentro de una ética cristiana
porque quien lo haga puede ir a parar a la cárcel.
Tenemos que orar y
seguir adelante hasta donde nos sea posible llegar. Por eso hay que leer la
Biblia y aprenderla porque llegará el momento en que nosotros seremos los
comunicadores de ella, seremos las páginas abiertas para que otros conozcan al
Señor.
Amado Dios y Padre
celestial: Te damos gracias por haber tenido la oportunidad de aceptar a tu Hijo
Jesucristo como el Salvador de nuestras vidas. Danos valor y fortaleza para
enfrentar las acechanzas del maligno en contra de tu mensaje redentor y
prepáranos para desafiar las batallas que vendrán.
Un abrazo y
bendiciones.
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