sábado, 8 de marzo de 2014

¡Cuántas veces te hemos negado!



—¡Hombre, no sé de qué estás hablando! —replicó Pedro. En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo.  El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. 
Lucas 22:60-61.


Lectura: Lucas 22:24-62.  Versículos del día: Lucas 22:60-61.

MEDITACIÓN DIARIA

Pedro, uno de los primeros discípulos de Jesús y de los más allegados, le niega; y no una ni dos veces: tres veces y en cuestión de minutos. El Señor se lo había pronosticado, después de tomar la cena (v. 34).
Pedro no estaba exento de caer. Como hombre también tenía su naturaleza pecaminosa; Seguía a Jesús como uno más del grupo, pero igual que ellos, aun no entendía muchas cosas de las que Él les hablaba. La Palabra de Dios es transparente y no nos oculta nada. Por el contrario, nos sirve para demostrarnos que el amor de Dios es grande y maravilloso, y que siempre está dispuesto a perdonar. Pedro después de su negación, cuando el gallo cantó, se acordó de las palabras de su Maestro, “Y saliendo de allí, lloró amargamente” (v. 62).
Los planes del Señor con los suyos, están por encima de las debilidades humanas. Gracias a Dios, Él no nos ve como nos mirarían los hombres. Después de conocerle y seguirle, nos mira con ojos de amor, de ternura y busca la manera de atraernos cada día más.  Si caemos, el mismo Señor se encarga de restaurarnos así como lo hizo más tarde con Pedro después de su resurrección, cuando le pregunta también tres veces, que si lo ama más que los otros (Juan 21:15-17).  Nos toca es agachar la cabeza, reconocer los errores, pedir perdón por ellos y continuar sin desmayar. Lo que sigue, le corresponde a nuestro buen Dios.  En vez de sacarnos en cara nuestros pecados y debilidades, se olvida completamente de ellos (Hebreos 10:17).
Aprendamos de la lección, que no por seguir al Señor y creer conocerle; leer su Palabra y ayudar a divulgarla, somos infalibles. No, de ninguna manera. Estamos en medio de un mundo caído y los prejuicios junto con las preocupaciones del día a día nos pueden llevar fácilmente a negar a nuestro Dios y Salvador. Esto nos enseña a no confiar en nuestras propias fuerzas sino a dejar todas las cargas en manos de Aquel que todo lo puede y en quien somos más que vencedores.

Amado Señor Jesús: Perdónanos porque igual que Pedro con palabras o actuaciones aun inconscientes, te hemos negado. Queremos seguir adelante, sabiendo que eres el Dios misericordioso que siempre estás dispuesto a perdonar y reivindicarnos hasta lograr en nosotros el plan que nos tienes preparado.  Gracias buen Señor.

Un abrazo y bendiciones.

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