Al ver los israelitas que Moisés tardaba en bajar del monte, fueron a reunirse con Aarón y le dijeron: —Tienes que hacernos dioses que marchen al frente de nosotros, porque a ese Moisés que nos sacó de Egipto, ¡no sabemos qué pudo haberle pasado!Éxodo 32:1.
Lectura: Éxodo
32:1-35. Versículo del día: Éxodo 32:1.
MEDITACIÓN DIARIA
Moisés subió al monte
Sinaí a para encontrarse con Dios y recibir de parte de Él mismo, las tablas de
la ley y los mandamientos que había escrito para guiar al pueblo de Israel en la vida (Éxodo 24:12). Habían visto la
gloria del Señor posarse sobre ellos; habían visto su poder sacándolos de
Egipto, cruzando el Mar Rojo, convirtiendo el agua amarga en agua dulce,
comiendo maná y codornices enviados directamente por el Señor para calmar su
apetito. Sin embargo, nada de esto sirvió solamente porque Moisés tardo cuarenta días y cuarenta noches
en regresar, y los israelitas no supieron esperar y le pidieron a Aarón que les
hiciera dioses que marcharan al frente de ellos.
¡Cualquier parecido con
nosotros! Hemos contemplado múltiples
maravillas en cada uno, pero como somos impacientes y queremos la respuesta
inmediata, tampoco sabemos esperar. No se tiene la perseverancia para resistir ante
las circunstancias adversas que se afrontan; y ante la demora, se prefiere
buscar refugio en otros dioses que solo dejan huellas profundas de desolación y
vacío en el corazón.
Meditemos en lo
anterior sin seguir este mal ejemplo; más bien, aprendiendo de él para no
dejarnos llevar por la impaciencia. Que
a su vez, nos sirva de antesala para ir preparándonos a lo que será la segunda
venida del Señor. Con seguridad en los
últimos tiempos aparecerán burlones que se mofarán de nuestra fe y de nuestra
esperanza para esperar el regreso del Señor, y estarán preguntándonos: “¿Qué
hubo de esa promesa de su venida?” (2 Pedro 3:4). Si declinamos ante gloriosa esperanza,
estaremos perdidos.
Amado Señor: Muchas
gracias por enseñarnos tu Palabra. Gracias porque entendemos que solamente tú
puedes poner en nuestros corazones el deseo de seguirte a pesar de las
aflicciones, sin buscar a diferentes dioses.
Confesamos que eres el único Dios Santo, Todopoderoso y Verdadero. Gracias porque nos vas cultivando para ese
grandioso día en que volverás, y nos llevarás contigo.
Un abrazo y
bendiciones.
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