sábado, 29 de marzo de 2014

El Señor no se olvidó de su madre




Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre: —Mujer, ahí tienes a tu hijo.  Luego dijo al discípulo: —Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa. 
Juan 19:26-27.


Lectura: Juan 19:17-37.  Versículos del día: Juan 19:26-27.

MEDITACIÓN DIARIA

Son increíbles las lecciones que nos deja el Señor. Recordemos que con anterioridad a su captura, se acordó de orar no solamente por los discípulos que lo acompañaban, sino también por los que llegarían después de ellos.  Ahora nos enseña que a pesar de estar tan atribulado, ya en la cruz del Calvario, al borde de la muerte, se acuerda de su madre María.
Hay que ponernos en los zapatos de María: la mujer humana, virtuosa, dedicada, y que en ningún momento dejó de lado a su hijo Jesús. ¡Cuánto sufrimiento debió pasar!  Si nuestro corazón de madre se desgarra y le queda difícil soportar la partida de un hijo, cómo no sería el de ella, al ver tanta crueldad lanzada sobre Aquel que nada debía.  ¡Hubo de ser inmensamente doloroso!  Aquí se hacen realidad las palabras de Simeón el hombre que esperaba la redención y a quien el Espíritu Santo le había revelado que vería a Cristo el Señor antes de morir.  Este hombre, dirigiéndose a María le dijo: “En cuanto a ti, una espada te atravesará el alma” (Lucas 2:35b).  Sí, toda esta crueldad levantada contra su hijito, fue el hierro que le atravesó su corazón.  El Señor como queriéndole menguar en algo su dolor, se la recomienda al discípulo amado, al que considera su gran amigo y sabe que en sus manos estará mejor.   
Considero como lección para aprender: no olvidar nunca a nuestros progenitores; a los que nos han cuidado y brindado todo su amor, esfuerzo y dedicación para sacarnos adelante. Pueda que estemos separados, casados, atribulados o que ellos no hayan sido lo mejor; pero entender que para Dios es importante el amor a los padres y que una madre siempre tiene el corazón dispuesto para entregarlo todo y  perdonarlo todo. El Señor hasta en el momento de su muerte, obedeció el mandato de honrar a su madre.

Amado Señor: En María nos enseñas la honra debida a nuestros padres. Te damos gracias por los que nos diste aquí en la tierra. Gracias porque de manera especial en las madres hemos visto, lo que significa tu gran amor.  Bendecimos a nuestros padres hoy y les damos toda la honra que ellos merecen.  Guárdalos, cuídalos, dales salud y bienestar. Que su vida termine en un lecho de paz, rodeados de la luz tuya que alumbra su existencia.

Un abrazo y bendiciones.  

No hay comentarios: