viernes, 14 de marzo de 2014

Bendecir y no maldecir



No blasfemes nunca contra Dios, ni maldigas al jefe de tu pueblo.  
 Éxodo 22:28.


Lectura: Éxodo 22:16-31.  Versículo del día: Éxodo 22:28.

MEDITACIÓN DIARIA

Dentro de las leyes que el Señor le dio a Moisés para que les trasmitiera a los israelitas estaban las sociales y allí se encuentra una que todos deberíamos tener en cuenta. No hablemos de blasfemar contra Dios, porque quizá en muchos todavía existe algo de temor a Él, pero hablemos de la segunda parte del versículo: “ni maldigas al jefe de tu pueblo”.  Es necesario hablar del tema puesto que en nuestros labios siempre está el criticar y despellejar hasta el cansancio al gobernante de turno. Estamos tan acostumbrados a tildar tan mal al prójimo, que ni siquiera nos damos cuenta de las consecuencias que trae tanta habladuría. No es fácil tener a todo un pueblo contento; si en nuestras propias familias hay diversidad de gustos y preferencias que somos pocos, ¿cuántas más no habrá en toda una población? Con la lengua podemos construir y destruir; “En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto” (Proverbios 18:21).  Hablamos y hablamos para destruir, sin darnos cuenta que estamos impregnando más maldición a nuestro territorio, porque el bien hablar es bendecir, pero el mal hablar es maldecir. 
Podemos no estar de acuerdo con nuestros gobernantes y en parte nosotros mismos tenemos la culpa porque no salimos a ejercer el derecho al voto y a elegir al que a conciencia juzguemos será el mejor. La apatía se une con la pereza, para después creer tener precisamente la razón de criticar.
Así no lo entendamos, dice la Biblia: “Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él” (Romanos 13:1). Además de esto Dios nos manda en vez de tildar y señalar, a hacer todo lo contrario: “Así que recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos,  especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna. (1 Timoteo 2:1-2).
Nosotros tenemos que ser gestores de paz, no de infundir más odios y rencores. Si en verdad queremos un cambio en nuestra nación, empecemos a obrar como nos corresponde: en vez de maldecir, bendigamos a los que dirigen nuestra nación.

Amado Señor: te damos gracias por la nación que nos has dado como patria. Te pedimos que nos enseñes a valorarla, amarla y perdonarla como lo harías tú.  Pon en nuestras bocas palabras de ánimo, de bienestar y de agradecimiento hacia los dirigentes políticos para que este sea el granito de arena que ayude a alcanzar la paz tan esquiva para el pueblo colombiano. Gracias Señor por escuchar esta oración.

Un abrazo y bendiciones.

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