No blasfemes nunca contra Dios, ni maldigas al jefe de tu pueblo.Éxodo 22:28.
Lectura: Éxodo 22:16-31. Versículo del día: Éxodo 22:28.
MEDITACIÓN DIARIA
Dentro de las leyes que
el Señor le dio a Moisés para que les trasmitiera a los israelitas estaban las
sociales y allí se encuentra una que todos deberíamos tener en cuenta. No
hablemos de blasfemar contra Dios, porque quizá en muchos todavía existe algo
de temor a Él, pero hablemos de la segunda parte del versículo: “ni maldigas al
jefe de tu pueblo”. Es necesario hablar
del tema puesto que en nuestros labios siempre está el criticar y despellejar
hasta el cansancio al gobernante de turno. Estamos tan acostumbrados a tildar tan
mal al prójimo, que ni siquiera nos damos cuenta de las consecuencias que trae
tanta habladuría. No es fácil tener a todo un pueblo contento; si en nuestras
propias familias hay diversidad de gustos y preferencias que somos pocos, ¿cuántas
más no habrá en toda una población? Con la lengua podemos construir y destruir;
“En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto”
(Proverbios 18:21). Hablamos y hablamos
para destruir, sin darnos cuenta que estamos impregnando más maldición a
nuestro territorio, porque el bien hablar es bendecir, pero el mal hablar es
maldecir.
Podemos no estar de
acuerdo con nuestros gobernantes y en parte nosotros mismos tenemos la culpa
porque no salimos a ejercer el derecho al voto y a elegir al que a conciencia juzguemos
será el mejor. La apatía se une con la pereza, para después creer tener precisamente
la razón de criticar.
Así no lo entendamos,
dice la Biblia: “Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay
autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron
establecidas por él” (Romanos 13:1). Además de esto Dios nos manda en vez de
tildar y señalar, a hacer todo lo contrario: “Así que recomiendo, ante todo,
que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, especialmente por los gobernantes y por todas
las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida
piadosa y digna. (1 Timoteo 2:1-2).
Nosotros tenemos que
ser gestores de paz, no de infundir más odios y rencores. Si en verdad queremos
un cambio en nuestra nación, empecemos a obrar como nos corresponde: en vez de
maldecir, bendigamos a los que dirigen nuestra nación.
Amado Señor: te damos
gracias por la nación que nos has dado como patria. Te pedimos que nos enseñes
a valorarla, amarla y perdonarla como lo harías tú. Pon en nuestras bocas palabras de ánimo, de
bienestar y de agradecimiento hacia los dirigentes políticos para que este sea
el granito de arena que ayude a alcanzar la paz tan esquiva para el pueblo
colombiano. Gracias Señor por escuchar esta oración.
Un abrazo y
bendiciones.
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