viernes, 6 de julio de 2012

Su amor inigualable a pesar de...


Lo halló en una tierra desolada, en la rugiente soledad del yermo.  Lo protegió y lo cuidó; lo guardó como a la niña de sus ojos. 
Deuteronomio 32:10.

Lectura diaria: Deuteronomio 32:1-14.  Versículo principal: Deuteronomio 32:10.

REFLEXIÓN

Jamás alcanzaremos a entender el amor inagotable del Señor.  Va más allá de lo que podamos imaginar o creer alcanzar.  Cuando estamos pasando un desierto pensamos que nos ha olvidado que ya no se acuerda de nosotros.  No logramos a vislumbrar que aún en el desierto Él está presente; es más, en ese desierto es cuando tiene la oportunidad de mostrarnos con más vehemencia su infinito amor; “Por eso, ahora voy a seducirla: me la llevaré al desierto y le hablaré con ternura” (Oseas 2:14).  Es en ese desierto que quizá sin darnos cuenta, nos cuida y guía como el buen Padre que es (Deuteronomio 1:31). 
Infortunadamente, a pesar de contemplar su amor una y otra vez, somos iguales de tercos y rebeldes a Israel: “¿Y así le pagas al Señor, pueblo tonto y necio?  ¿Acaso no es tu Padre, tu Creador, el que te hizo y te formó?” (v. 6 en la lectura). Sin embargo yo le enseñé a andar, lo llevé en brazos “Lo atraje con cuerdas de ternura, lo atraje con lazos de amor.  Le quité de la cerviz el yugo, y con ternura me acerqué para alimentarlo” (Oseas 11:3-4). 
“Vuélvete, Israel, al Señor tu Dios…Vuélvete al Señor con este ruego: Perdónanos nuestra perversidad, y recíbenos con benevolencia, pues queremos ofrecerte el fruto de nuestros labios” (Oseas 14:1-2).  Y Él el Señor, nuestro amado Dios no está para recriminarnos como lo hiciera un humano, simplemente sigue ahí a nuestro lado para atraernos nuevamente y decirnos: Corregiré tu rebeldía y te amaré de pura gracia.  Yo seré para ti como el rocío y te haré florecer como lirio.  Volverás a habitar bajo mi sobra y crecerás como el trigo.  Echarás renuevos, como la vid y serás famoso como el vino del Líbano (parafraseado Oseas 14:4-7).
Su amor que nunca cambia, su amor inmutable, aquel amor que nos esconde bajo la sombra de sus alas y nos cuida como a la niña de sus ojos (Salmo 17:8), jamás se romperá ni se apagará, porque: “Como llama divina es el fuego ardiente del amor. Ni las muchas aguas pueden apagarlo” (Cantares 8:6d-9a).  Ese es su amor: inagotable, interminable, ilimitable, incondicional e infinito.  Y es el amor que está dispuesto para ti y para mí.  Personalmente, como testimonio puedo decir sin temor a equivocarme, que yo lo sé, lo he podido experimentar; he visto que me ama como a la niña de sus ojos.
Termino con las palabras del Libro de Oseas: “El que es sabio entiende estas cosas; el que es inteligente las comprende. Ciertamente son rectos los caminos del Señor: en ellos caminan los justos, mientras que allí tropiezan los rebeldes”. 

¡Oh mi Dios! Si pudiéramos por un instante entender tu inmenso amor, no estaríamos continuamente desobedeciéndote.  Enséñanos a seguirte y amarte sin mirar atrás, siguiendo por tu recto camino para no defraudarte más con nuestras acciones.  ¡Queremos amarte como tú nos amas Señor!   

Un abrazo y bendiciones.

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