Lo halló en una tierra desolada, en la rugiente soledad del yermo. Lo protegió y lo cuidó; lo guardó como a la niña de sus ojos.Deuteronomio 32:10.
Lectura diaria: Deuteronomio 32:1-14. Versículo principal: Deuteronomio 32:10.
REFLEXIÓN
Jamás alcanzaremos a entender el
amor inagotable del Señor. Va más allá
de lo que podamos imaginar o creer alcanzar.
Cuando estamos pasando un desierto pensamos que nos ha olvidado que ya
no se acuerda de nosotros. No logramos a
vislumbrar que aún en el desierto Él está presente; es más, en ese desierto es
cuando tiene la oportunidad de mostrarnos con más vehemencia su infinito amor; “Por
eso, ahora voy a seducirla: me la llevaré al desierto y le hablaré con ternura”
(Oseas 2:14). Es en ese desierto que
quizá sin darnos cuenta, nos cuida y guía como el buen Padre que es (Deuteronomio
1:31).
Infortunadamente, a pesar de
contemplar su amor una y otra vez, somos iguales de tercos y rebeldes a Israel:
“¿Y así le pagas al Señor, pueblo tonto y necio? ¿Acaso no es tu Padre, tu Creador, el que te
hizo y te formó?” (v. 6 en la lectura). Sin embargo yo le enseñé a andar, lo
llevé en brazos “Lo atraje con cuerdas de ternura, lo atraje con lazos de
amor. Le quité de la cerviz el yugo, y
con ternura me acerqué para alimentarlo” (Oseas 11:3-4).
“Vuélvete, Israel, al Señor tu
Dios…Vuélvete al Señor con este ruego: Perdónanos nuestra perversidad, y
recíbenos con benevolencia, pues queremos ofrecerte el fruto de nuestros labios”
(Oseas 14:1-2). Y Él el Señor, nuestro
amado Dios no está para recriminarnos como lo hiciera un humano, simplemente
sigue ahí a nuestro lado para atraernos nuevamente y decirnos: Corregiré tu
rebeldía y te amaré de pura gracia. Yo
seré para ti como el rocío y te haré florecer como lirio. Volverás a habitar bajo mi sobra y crecerás
como el trigo. Echarás renuevos, como la
vid y serás famoso como el vino del Líbano (parafraseado Oseas 14:4-7).
Su amor que nunca cambia, su amor
inmutable, aquel amor que nos esconde bajo la sombra de sus alas y nos cuida
como a la niña de sus ojos (Salmo 17:8), jamás se romperá ni se apagará,
porque: “Como llama divina es el fuego ardiente del amor. Ni las muchas aguas
pueden apagarlo” (Cantares 8:6d-9a). Ese
es su amor: inagotable, interminable, ilimitable, incondicional e infinito. Y es el amor que está dispuesto para ti y
para mí. Personalmente, como testimonio
puedo decir sin temor a equivocarme, que yo lo sé, lo he podido experimentar;
he visto que me ama como a la niña de sus ojos.
Termino con las palabras del Libro
de Oseas: “El que es sabio entiende estas cosas; el que es inteligente las
comprende. Ciertamente son rectos los caminos del Señor: en ellos caminan los
justos, mientras que allí tropiezan los rebeldes”.
¡Oh mi Dios! Si pudiéramos por un
instante entender tu inmenso amor, no estaríamos continuamente desobedeciéndote. Enséñanos a seguirte y amarte sin mirar
atrás, siguiendo por tu recto camino para no defraudarte más con nuestras
acciones. ¡Queremos amarte como tú nos
amas Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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