domingo, 22 de julio de 2012

La salvación rechaza el pecado


En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas.   
Tito 2:11-12a.

Lectura diaria: Tito 2:1-15.  Versículos principales: Tito 2:11-12a.

REFLEXIÓN

La gracia de Dios, el regalo que está provisto para todo el que quiera tomarlo porque es gratis, no es más que reconocer al Señor Jesucristo como  Salvador personal.  Es tan fácil de realizar una pequeña oración para simplemente entregarle la vida a Aquel que vino a pagar todo el precio de nuestro pecado en la cruz del Calvario, que a la vez, se convierte en algo controversial para el ser humano y difícil de aceptar siendo tan real.  A pesar de estar todo dispuesto como en bandeja de plata, el hombre no voltea los ojos al único capaz de cambiar el rumbo de su vida.
Ese maravilloso don nos corresponde cuidarlo y resguardarlo de todo lo que le implique deterioro cierto.  No podemos por negligencia descuidar tan sumo regalo.  Por lo mismo, debemos poner énfasis en la Palabra de Dios y acatar sus mandatos, sabiendo que son para bien nuestro y que éstos nos llevan a gozar plenamente la vida abundante que Cristo nos prometió; “Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio” (v. 12b).
Quien se devuelve al vómito es porque no ha degustado el banquete otorgado.  La impiedad conlleva falsedad, irreverencia, apostasía, desacato, indiferencia y apostasía entre otras cosas, y si nos dejamos arrastrar por alguna de ellas, estamos rechazando directamente al Señor mismo: “Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien” (v. 14).  Somos su pueblo, las ovejas de su prado; lo sacado del mundo convencional para dirigirnos al mundo espiritual: al cierto, al verdadero, al que no se corroe ni se apolilla; y al que llegaremos sin temor a sufrir desalojo alguno.  ¡Una salvación tan grande no la podemos desperdiciar!

Amado Señor: Gracias por habernos tenido en cuenta para formar parte de tu pueblo.  Enséñanos a cumplir tus instrucciones y serte fieles mientras aguardamos tu pronto regreso.

Un abrazo y bendiciones.

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