miércoles, 18 de julio de 2012

Midiendo las palabras


Cada uno se llena con lo que dice y se sacia con lo que habla.  En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto.  
 Proverbios 18:20-21.

Lectura diaria: Proverbios 18:1-24.  Versículos principales: Proverbios 18:20-21.

REFLEXIÓN

Estamos tan acostumbrados a hablar por hablar, que quizá ni nos damos por enterados de las implicaciones que tiene el mal uso de la palabrería.   Hay personas que utilizan la lengua solamente para herir, para echar sátiras, para destruir o para desanimar.  Por otro lado, las hay quienes son felices inventando cuentos y patrañas, y se deleitan despotricando del prójimo: “Los chismes son deliciosos manjares; penetran hasta lo más íntimo del ser” (v. 8).  La calumnia y la infamia llevan a hechos bastante tormentosos para quienes los reciben.  Infortunadamente en la actualidad, la palabra que se dice con honorabilidad no vale nada, mientras sí se le otorga todo el crédito a cualquier persona que venga a hablar mal o a poner en tela de juicio la moralidad o dignidad de otra.  Y esto sí vale; sin tener en cuenta investigaciones, se va culpando a muchos inocentes y ya después de estar por el piso, es difícil recuperar la valía de un ser humano.  Muchos dan falso testimonio por dinero o amenazas, sin percatarse que ellos mismos se están echando la soga al cuello: “Porque por tus palabras se te absolverá, y por tus palabras se te condenará” (Mateo 12:37).
Como reflexión, aprendamos a callar, a ser prudentes; es preferible pasar por demasiado callados que por lenguaraces y malintencionados: “Hasta un necio pasa por sabio si guarda silencio; se le considera prudente si cierra la boca” (Proverbios 17:28).  No respondamos ni demos crédito a reuniones donde se está disparatando de la gente, inclusive de aquellos que se llaman amigos pero que al voltear la espalda hipócritamente se les está denigrando.  Lo mejor es alejarnos de esas conversaciones, entendiendo que no conducen a nada provechoso.  Utilicemos los labios más bien para bendecir, para animar, para exhortar en amor, para alabar al Señor y para cantar de sus maravillas.  No nos desgastemos hablando más de lo mandado y que no nos incumbe. Llenémonos de la Palabra de Dios para desear eso mismo al prójimo.  Cuando bendecimos estamos brindando vida; cuando maldecimos, muerte.

Señor y Dios nuestro: Cuántas veces hemos hablado sin tener en cuenta las consecuencias.  Perdónanos por ello y enséñanos con el poder de tu Santo Espíritu, a manejar nuestra lengua de tal manera que nuestras palabras sean vida para los demás y no destrucción.

Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: