viernes, 13 de julio de 2012

La promesa se empieza a consolidar


Pero el Señor le dijo a Josué: “He entregado en tus manos a Jericó, y a su rey con sus guerreros”.   
Josué 6:2.

Lectura diaria: Josué 6:1-21.   Versículo principal: Josué 6:2.

REFLEXIÓN

Después de tanto sufrir, de vagar por el desierto, por fin el pueblo de Israel empezaba a vislumbrar la promesa y pisar la tierra prometida.  “He entregado en tus manos a Jericó", le dijo el Señor a Josué, el líder de la misión quien remplazó a Moisés. 
Quizá nos había ocurrido la misma situación: andábamos y andábamos por un desierto desolado, unas veces con la provisión del maná y otras con las codornices, pero en realidad el descanso y el sosiego nos eran esquivos.  “¡Adelante!  ¡Marchen alrededor de la ciudad!” (v. 7)  Ordena el jefe de la gestión.  Sí, hay que poner manos a la obra y sin temor alguno hacia los enemigos (rey con sus guerreros), reconocer lo que tenemos frente. Ahora, llega el tiempo esperado: la tierra prometida.   Estas palabras también son para nosotros.  El Señor nos acaba de entregar esa rica tierra que fluye leche y miel y nos corresponde el cultivarla para empezar a gozar de sus beneficios.   
Tal vez Dios nos ha utilizado y puesto también como líderes espirituales para conducir a los nuestros y recibir la promesa.  Nos corresponde empezar a sembrar ricas semillas que produzcan los frutos anhelados.  Pero recordemos también hacer todo de acuerdo al mandato del Señor: “No vayan a tomar nada de lo que ha sido destinado al exterminio para que ni ustedes ni el campamento de Israel se pongan en peligro de exterminio y de desgracia” (v. 18).  Hay que como líderes, exigir lealtad y compromiso ante el Señor; no hacer nada indebido ante sus ojos para que no tenga obstáculo lo prometido.  “El oro y la plata y los utensilios de bronce y de hierro pertenecen al Señor: colóquenlos en su tesoro” (v. 19).  No creamos que por llegar a esta rica tierra, ya no tenemos obligación alguna con nuestro Dador; al contrario es cuando más debemos ofrecerle parte de lo cedido, sabiendo que todo el oro y la plata del mundo son de Él (Hageo 2:8).  El Señor se complace con el agradecimiento y la fidelidad de sus hijos. Somos “su posesión preciosa, tal como lo prometió. Obedece pues todos sus mandamientos” (Deuteronomio 26:18).
No menospreciemos la tierra que el Señor está entregando hoy en nuestras manos. “Ahora cumplan con cuidado las condiciones de este pacto para que prosperen en todo lo que hagan” (Deuteronomio 29:9).  “No se te ocurra pensar: “Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos”.  Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza” (Deuteronomio 8: 17-18).

Amado Señor: No tenemos palabras para agradecerte el conducirnos hacia la tierra que fluye leche y miel.  Permítenos serte fieles a ti y entregados con denuedo al trabajo de cultivar esta rica tierra sin olvidar que eres el Gestor de la provisión.

Un abrazo y bendiciones.

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