¡Señor, escúchanos! ¡Señor, perdónanos! ¡Señor, atiéndenos y actúa! Dios mío, haz honor a tu nombre y no tardes más; ¡tu nombre se invoca sobre tu ciudad y sobre tu pueblo!Daniel 9:19.
Lectura diaria: Daniel
9:3-19. Versículo principal: Daniel 9:19.
REFLEXIÓN
Daniel ora con todo su corazón abierto
ante Dios. Le pide que escuche, que
perdone y no tarde más. Le suplica que
actúe sobre su ciudad y su pueblo.
Nosotros de igual manera tenemos que hacerlo respecto a nuestras
casas. Quizá en los hogares el nombre
del Señor no está llevando el eco que debiera tener. Unos van por un lado y otros siguen por distinto
indiferentemente. Tenemos que aprender a
doblar las rodillas ante el Señor, confesar los pecados que puedan estar siendo
tropiezo en nuestras vidas, pedir perdón por los nuestros. Clamarle al Señor completamente sincerados,
humillados y arrepentidos ante Él, para que nos mire con su bendita compasión y
atienda nuestra súplica: “Escucha, Señor, mi voz. Estén atentos tus oídos a mi voz suplicante. Si tú, Señor, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién,
Señor, sería declarado inocente? Pero en
ti se halla perdón” (Salmo 130:2-4a).
La oración es la llave para
entrar a la presencia misma de Dios. Nos
conduce directamente hacia su corazón y Dios la atiende; no se queda vagando
por el aire, perdiéndose entre las nubes; la oración sincera llega a los oídos
del Señor y el Señor que es clemente y compasivo la toma para sí: “Tan pronto
como empezaste a orar, Dios contestó tu oración” (Daniel 9:23). Y no es porque fuera Daniel, es que Dios está
pendiente de cada uno de los suyos y está más interesado de lo que nos aqueja,
que nosotros mismos. Es nuestro Padre
celestial y sufre como cualquier padre terrenal cuando uno de sus hijos tiene
problemas. Nadie es extraño para Dios;
ante Él todos somos exactamente iguales y a todos nos atiende por igual. Es más, Él quiere escucharnos decir que lo
amamos, que tenemos dificultades, que estamos ofuscados, débiles, que nos
sentimos solos, que lo reconocemos como el Dios Todopoderoso que puede cambiar
las situaciones porque es Majestuoso y Glorioso. El Señor desea la espontaneidad en nuestra
oración y se deleita con el corazón contrito y humillado, a ése no lo
desprecia.
Aprendamos a dirigirnos a Dios
como desea que lo hagamos. Busquemos un
momento de quietud y arrojémonos en sus brazos con la certeza de que estamos
frente al mejor Padre, Amigo y Consejero incondicional.
Amado Dios: venimos ante ti,
poniendo todas nuestras cargas a tus píes. Te pedimos perdón por no actuar como
expresamente no lo mandas. Danos un corazón
arrepentido y enséñanos a ser obedientes. Las necesidades que nos aquejan no te son
indiferentes. Gracias Señor porque tú
escuchas y actúas. Al hacerte esta
petición no apelamos a nuestra rectitud, sino a tu gran misericordia. Esperamos tu respuesta sabiendo que tu
voluntad es buena, agradable y perfecta. Gracias, buen Dios.
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario