lunes, 2 de julio de 2012

Un pacto generacional


El Señor nuestro Dios afirma que no sólo hace su pacto y su juramento con los que ahora estamos en su presencia, sino también con los que todavía no se encuentran entre nosotros.  
 Deuteronomio 29:14-15.

Lectura diaria: Deuteronomio 29:1-29.  Versículos principales: Deuteronomio 29:14-15.

REFLEXIÓN

Es muy tranquilizador saber que el Señor no solo estaré pendiente de nosotros aquí en la tierra, sino que también tiene presente a los que aun no han nacido y  vienen detrás: las generaciones futuras. 
El Señor Jesús cuando oró por su iglesia, lo hizo de igual manera: “No ruego sólo por éstos.  Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos” (Juan 17:20).  “El mensaje de ellos”; mensaje que nos corresponde dejarle como legado a las generaciones venideras para que en ellos se continúe el pacto establecido desde los tiempos antiguos. 
“Asegúrense de que ningún hombre ni mujer, ni clan ni tribu entre ustedes, aparte hoy su corazón del Señor nuestro Dios para ir a adorar a los dioses de esas naciones.  Tengan cuidado de que ninguno de ustedes sea como una raíz venenosa y amarga” (v. 18 en la lectura).  He aquí la responsabilidad tan grande que tenemos frente a nuestros hijos para que entiendan y tomen el evangelio de salvación como el mejor regalo ofrecido por Dios, y el cual responsablemente como padres les dejamos.  Es la principal herencia que podemos prometerles, incluso por encima de la formación académica que les logremos brindar.  Y algo muy para tener en cuenta: “Si alguno de ustedes, al oír las palabras de este juramento, se cree bueno y piensa: “Todo me saldrá bien, aunque persista yo en hacer lo que me plazca”, provocará la ruina de todos” (v. 19).  Por tanto, no permitamos que nuestro corazón se nuble y se engrandezca de lo que ni siquiera nos ha costado trabajo conseguir, porque todo ha sido obra de sus manos.  Al contrario, debemos reconocerle en todos los caminos y saber que es el Señor Omnipotente y Sabio quien siempre va adelante abriéndonos puertas. No admitamos que nuestro orgullo y terquedad se lleven por delante a los que tanto amamos, cuando creemos que a Dios lo podemos engañar o cuando pensamos que no necesitamos de Él para salir victoriosos.
“Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley” (v. 29).  Convencidos de su promesa y de lo pactado alabemos al Señor por su grandeza y misericordia que va generación tras generación (Lucas 1.50).

Gracias Señor por cumplir tu pacto con las generaciones venideras. “Oh Señor, por siempre cantaré la grandeza de tu amor; por todas las generaciones proclamará mi boca tu fidelidad”; “¡Sean manifiestas tus obras a tus siervos, y tu esplendor a sus descendientes!” (Salmo 89:1 y 90:16).

Un abrazo y bendiciones.

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