martes, 3 de julio de 2012

La elección depende de nosotros


Este mandamiento que hoy te ordeno obedecer no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance.   

Deuteronomio 30:11.

Lectura diaria: Deuteronomio 30:1-20.  Versículo principal: Deuteronomio 30:11.

REFLEXIÓN

La obediencia nos trae tranquilidad y nos da vida.  Es tanto el amor del Señor que aun si nos hemos alejado de Él y le abandonamos, está dispuesto a perdonarnos, lavarnos, limpiarnos completamente (1 Juan 1:9) y restituirnos tal como lo había prometido: “Cuando tú y tus hijos se vuelvan al Señor tu Dios y le obedezcan con todo el corazón y con toda el alma tal y como hoy te lo ordeno, entonces el Señor tu Dios restaurará tu buena fortuna y se compadecerá de ti” (v. 2).  La obediencia a Dios nos abre las puertas de la bendición y una de las primeras es tener vida: “El Señor tu Dios quitará lo pagano que haya en tu corazón y en el de tus descendientes, para que lo ames con todo tu corazón y con toda tu alma y así tengas vida” (v. 6).  De ninguna manera debemos pensar que Dios no quiere vernos bien;  Él se complacerá de nuevo en nuestro bienestar (v. 9b); es lo que más desea para nosotros y en nuestras manos está el alcanzarlo porque no está lejos, ni arriba en el cielo ni abajo en los mares, “¡No! La palabra está muy cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón para que la obedezcas” (v. 14).   ¡Lo único que tenemos que hacer es tan sencillo! ¡Simplemente obedecer!  Pero infortunadamente el hombre tiene sembrado en su corazón raíces de rebeldía de una naturaleza pecaminosa que solamente Dios puede quitar cuando reconocemos en Jesucristo, a la fuente de la redención, del perdón y de la obediencia por excelencia: “Se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Filipenses 2:8b).  “El Espíritu da vida; la carne no vale para nada. Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida” (palabras dichas por Jesús en Juan 6:63).  “¿Qué afirma entonces?  La palabra está cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón.  Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levanto de entre los muertos, serás salvo” (Romanos 10:8-9).  “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida” (1 Juan 5:12).
La elección depende de nosotros: el obedecer nos trae vida y el desobedecer, muerte. “Hoy te doy a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal.  Hoy te ordeno que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos y que cumplas sus mandamientos, preceptos y leyes.  Así vivirás y te multiplicarás, y el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra de la que vas a tomar posesión” (v. 16).  

Amado Dios: Permítenos a nosotros tus hijos el obedecerte para gozar de una vida plena desde aquí en la tierra y enséñanos también a cumplir el mandato de ir a llevar tu mensaje de salvación para que los que no te conocen, entiendan que Jesús, tu Hijo amado, es el Señor de señores y que lo levantaste de entre los muertos para darnos vida y vida eterna.

Un abrazo y bendiciones.

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