Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.Hebreos 4:16.
Lectura diaria: Hebreos
4:12-16. Versículo principal: Hebreos
4:16.
REFLEXIÓN
En estos días tuve la oportunidad
de encontrarme con una joven profesional que está incursionando en el mundo
empresarial con mucho éxito, y quedé fascinada porque en mi parecer, ella que es
católica se aferra fuertemente de Dios ante cualquier situación que se le
presente, poniéndole en sus manos los ires y venires cotidianos, muy diferente de nosotros los protestantes que en general tenemos a flor de labios la Palabra de Dios pero los hechos dicen otra cosa.
Muchas veces Dios utiliza a una persona común y corriente para hablarnos y en este caso me correspondió escuchar a mí. Ella me decía con una seguridad asombrosa: “Nunca
me afano por las circunstancias adversas que se me puedan presentar; se lo
entrego a Dios con la firme convicción que si es lo mejor para mí, Él actuará. Si no lo hace por algo será. Si me preocupo, no voy a sacar nada
diferente; entonces, espero la ayuda de Dios quien jamás me ha abandonado”. Fueron tan convincentes sus palabras que el taxista que nos trasportaba y quien antes no había pronunciado ni una sola palabra, le dijo al despedirse: Gracias por la enseñanza que me dejó, trataré de poner en práctica sus consejos". Pensaba entonces: “¡Dora, qué lección tan
bonita!”.
Ahora me pregunto: ¿Por qué
muchas veces actúan mejor los que no están en una iglesia evangélica que nosotros que decimos tener comunión
total con el Señor? El nacido de nuevo más que
nadie posee a su alcance todas las herramientas dejadas por Dios para tomarlas
y facilitarnos con ellas una vida diferente.
Mora en cada uno Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Tenemos el “Manual de vida” para recurrir a
él y saber lo que Dios nos enseña y espera como hijos que somos suyos. Tenemos la oración que no es más que el
diálogo eficaz con el Señor ante el altar de su gracia, su trono, para acercarnos
confiadamente a Él y dice que: “para recibir misericordia y hallar la gracia
que nos ayude en el momento que mas la necesitemos”. La Biblia nos instruye en que es el mismo
Espíritu Santo quien gime por nosotros y acude a socorrernos en nuestra
debilidad (Romanos 8:26-27). Entonces,
¿en dónde está nuestra fe? ¿En dónde
queda lo que hablamos si no lo practicamos?
Cuando nos acercamos al trono de la
gracia con corazón humilde en perfecta adoración, el Espíritu fluye y exclama: “¡Abba!”,
¡Papito! ¡Aquí estoy con tu hijo(a)! ¡Escúchalo por favor! Entonces Dios Padre,
voltea sus ojos y nos dice: “Sí, hijo mío, no temas, yo te ayudaré en este
momento apremiante”. Nos reconforta y
salimos de su Presencia con la convicción y certeza de que Dios ha escuchado
nuestra petición. Su misericordia y amor
nos llena de paz y volvemos nuevamente al cauce inicial.
No nos desanimemos frente a las
aflicciones; éstas tienen que llegar para adqu irir la madurez necesaria y nos
forman tanto espiritual como emocionalmente. Aprovechemos todo de lo que Dios
nos ha provisto. La vida para nadie es fácil pero nosotros
tenemos al Rey de reyes y Señor de señores y al gran Consolador: el Espíritu
Santo quien nos guía hacia el trono de la gracia para dejar allí todos nuestros
afanes y angustias.
Amado Señor: gracias por tenerte
tan cerca y poder recurrir a ti en cualquier momento y lugar. Gracias por habernos dejado a tu Santo
Espíritu y recibir de Él todo el poder y la paz necesarios en momentos
difíciles. Gracias porque sabemos que
nos escuchas y no pasas por alto nuestra oración dejada ante el trono de la
gracia.
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario