Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser –espíritu, alma y cuerpo– irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo.1 Tesalonicenses 5:23.
Lectura diaria: 1 Tesalonicenses
5:1-28. Versículo principal: 1
Tesalonicenses 5:23.
REFLEXIÓN
Dice la lectura que somos “hijos
de la luz y del día”, por lo tanto debemos estar alerta y no dormirnos. Estar siempre en sano juicio para que la
venida del Señor no nos tome desapercibidos ya que se nos ha dado una salvación
por medio de Jesucristo quien murió por nosotros para que así sea que vivamos o
muramos estemos siempre con Él (vv. 5-11).
Un hijo de la luz anda en
integridad; la conoce ya y no tiene por qué devolverse al camino oscuro. Su testimonio es primordial. Lo triste es que en ocasiones vemos aún
comportamientos muchísimos mejores de los de afuera, que de nosotros que
tenemos la luz (Lucas 16:8). Fuimos
convertidos de las tinieblas a la luz; ya no obra el poder de Satanás sino el de Dios sobre nosotros, porque por la
fe en Jesucristo hemos recibido “el perdón de los pecados y la herencia entre
los santificados” (Hechos 26:18). 1 Juan 2:9 afirma lo siguiente: “cuya verdad
se manifiesta tanto en la vida de Cristo como en la de ustedes, porque la
oscuridad se va desvaneciendo y ya brilla la luz verdadera”. Cristo es la luz verdadera y esa luz es la
que tenemos que permitir que brille en todo momento porque al final prevalecerá
sobre la oscuridad. Es entonces, ahí
donde nuestro comportamiento es pieza clave para los demás, somos santificados
completamente de manera integral en –espíritu, alma y cuerpo– y así debemos
andar.
Ya que sin merecerlo Dios nos
escogió para estar unidos a Cristo, busquémosle para enriquecernos cada día de
su presencia, para querer ser como Él y permitir que Cristo el Señor sea
formado en cada uno viviendo como hijos de luz.
“El que me sigue no andará en tinieblas” (Juan 8:12). Hemos conocido la luz; permanezcamos en ella
hasta que llegue el gran día y podamos recibir a nuestro Amado como dignos de
estar en su presencia.
Gracias mi Señor por permitirnos
conocerte y darnos una salvación tan grande.
Enséñanos a esperarte con la vehemencia de todo nuestro ser dispuesto
para ti. Que jamás se extinga la luz que
nos has dado y el mundo pueda saber que eres el Salvador, por los rayos que irradian
nuestra vida.
Un abrazo y bendiciones.
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