jueves, 5 de julio de 2012

Integrales bajo la luz esperando su regreso


Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser –espíritu, alma y cuerpo– irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 
1 Tesalonicenses 5:23.

Lectura diaria: 1 Tesalonicenses 5:1-28.  Versículo principal: 1 Tesalonicenses 5:23.

REFLEXIÓN

Dice la lectura que somos “hijos de la luz y del día”, por lo tanto debemos estar alerta y no dormirnos.  Estar siempre en sano juicio para que la venida del Señor no nos tome desapercibidos ya que se nos ha dado una salvación por medio de Jesucristo quien murió por nosotros para que así sea que vivamos o muramos estemos siempre con Él (vv. 5-11).
Un hijo de la luz anda en integridad; la conoce ya y no tiene por qué devolverse al camino oscuro.  Su testimonio es primordial.  Lo triste es que en ocasiones vemos aún comportamientos muchísimos mejores de los de afuera, que de nosotros que tenemos la luz (Lucas 16:8).  Fuimos convertidos de las tinieblas a la luz; ya no obra el poder de Satanás  sino el de Dios sobre nosotros, porque por la fe en Jesucristo hemos recibido “el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados” (Hechos 26:18). 1 Juan 2:9 afirma lo siguiente: “cuya verdad se manifiesta tanto en la vida de Cristo como en la de ustedes, porque la oscuridad se va desvaneciendo y ya brilla la luz verdadera”.  Cristo es la luz verdadera y esa luz es la que tenemos que permitir que brille en todo momento porque al final prevalecerá sobre la oscuridad.  Es entonces, ahí donde nuestro comportamiento es pieza clave para los demás, somos santificados completamente de manera integral en –espíritu, alma y cuerpo– y así debemos andar.
Ya que sin merecerlo Dios nos escogió para estar unidos a Cristo, busquémosle para enriquecernos cada día de su presencia, para querer ser como Él y permitir que Cristo el Señor sea formado en cada uno viviendo como hijos de luz.  “El que me sigue no andará en tinieblas” (Juan 8:12).  Hemos conocido la luz; permanezcamos en ella hasta que llegue el gran día y podamos recibir a nuestro Amado como dignos de estar en su presencia.

Gracias mi Señor por permitirnos conocerte y darnos una salvación tan grande.  Enséñanos a esperarte con la vehemencia de todo nuestro ser dispuesto para ti.  Que jamás se extinga la luz que nos has dado y el mundo pueda saber que eres el Salvador, por los rayos que irradian nuestra vida.

Un abrazo y bendiciones.  

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