sábado, 21 de julio de 2012

Justicia y amor



¡Siembren para ustedes justicia!  ¡Cosechen el fruto del amor, y pónganse a labrar el barbecho!  ¡Ya es tiempo de buscar al Señor!, hasta que él venga y les envíe lluvias de justicia.  

Oseas 10:12.

Lectura diaria: Oseas 10:9-15.  Versículo principal: Oseas 10:12.

REFLEXIÓN

Para Dios son muy importantes la justicia y el amor.  La justicia junto con el derecho son el fundamento de su trono y sus heraldos el amor y la verdad (Salmo 84:14).  Dios como el Justo excelente, no puede estar de acuerdo con la injusticia e infortunadamente ahora ésta, es el pan de cada día.  La injusticia se da principalmente por las ansías de poder y de riqueza.  Hablando con el conductor de un taxi en estos días, me decía lo siguiente: “mire señora, todo, absolutamente todo se mueve por el afán del hombre por el dinero”.  Y así es.  La justicia social quedó relegada hace mucho tiempo, porque quienes regulan el legislativo solo buscan sus propios intereses y de ahí para abajo en los diferentes estamentos solo se perciben personas que quieren ver cómo sacan provecho de los más indefensos.  Se pagan altas sumas con tal de dar un testimonio falso o envenenar a otros con narcóticos; se mata y se secuestra solo por obtener fácilmente riqueza.  Personalmente considero que en nuestro país, Colombia, a pesar de tanto daño que hacen los grupos alzados en armas, los sobrepasa la corrupción elevada en todas las esferas gubernamentales y que es la principal causa de tanta injusticia social.  Se juega con algo tan sagrado como la salud de las personas, porque simplemente no hay para atenderlas así se esté pagando al sistema.   Sus directivos ganan sumas altísimas  de sueldo o hacen banquetes extravagantes  como de magnates, mientras el ciudadano común, sufre las consecuencias de tales derroches.  
En Oseas el Señor nos hace un llamado: ¡Siembren justicia!  ¡Cosechen amor!  ¡Labren el barbecho!  Ya es hora de voltear los ojos a Dios y clamarle por un mejor país.  Ya es hora de que el pueblo de Dios, su iglesia, se haga sentir y levante su voz.  ¿Si no lo hacemos nosotros,  quién lo hará?  ¿Si no demostramos el cambio que el Señor ha producido en los cristianos, de quién lo vamos a esperar?  El cristiano tiene que manifestar con sus actos que es diferente, que tiene temor de Dios y no puede seguir pecando tanto de manera pasiva como activa.  “Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra” (2 crónicas 7:14).  Dios  va a pedir cuentas primordialmente a los cristianos.  Del testimonio y humillación ante Él, es que viene la restauración del país.  A través de nosotros es que esta nación bañada por la injusticia y el desamor, puede tomar otro rumbo.  En nuestras manos está el querer ver a una Colombia completamente distinta.  Es obligación hacerlo.

Amado Dios: Hoy rogamos por nuestra patria amada y sufrida; por sus gobernantes y dirigentes. Te pedimos perdón por todas las abominaciones cometidas ante ti y humildemente te rogamos que limpies nuestro territorio con tu preciosa sangre que ya fue derramada en la cruz del Calvario, para que en este suelo no exista más violencia ni destrucción emanadas de la injusticia. Concédenos la paz añorada por tantos años y esquiva generación tras generación.

Un abrazo y bendiciones.

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