Al fracaso lo precede la soberbia humana; a los honores los precede la humildad.Proverbios 18:12.
Lectura: Proverbios
18:1-24. Versículo del día: Proverbios
18:12.
MEDITACIÓN DIARIA
Por lo general la gente
soberbia y altanera cree que son únicos y que siempre tienen la palabra. En
alguna parte leí que la soberbia es el mayor de todos los vicios porque de
este, se desprenden otros tantos que también son nocivos para la persona.
Siendo la soberbia el
deseo de prevalecer por encima de cualquier actitud positiva del prójimo, lleva
con frecuencia no solo a subvalorar a los que están alrededor, sino que incluso
llega a sustituir a Dios por el amor a uno mismo. Las personas a veces entran
en un estado de frenesí, al punto que solamente ven sus razones y creen a los
demás brutos, ineptos y menos que ellos. Por eso la soberbia es hermana del
orgullo; no del orgullo bueno; hablo del que destruye y menosprecia al prójimo.
Aparte del orgullo, la soberbia es altivez, altanería, arrogancia y petulancia.
La soberbia no conduce
a nada bueno, por eso nos dice el versículo que antes del fracaso viene la
soberbia. He conocido personas que con el tiempo han tenido que doblegar la
cabeza y reconocer que muchos de sus fracasos fueron causados por su soberbia. Las
personas soberbias no son deseadas en ningún círculo social. La Palabra de
Dios, dice: “Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino
más bien piense de sí mismo con moderación” (Romanos 12:3). Cuidemos las
palabras que pronunciamos en un momento de ira; desde ahí empieza a
desarrollarse la soberbia en nuestros corazones porque “En la lengua hay poder
de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto” (v. 21 en la lectura). Dios
no acepta a los soberbios, los resiste; en cambio da gracia a los humildes
(Santiago 4:6). Por eso es mejor buscar la prudencia y la humildad, virtudes
que demostrarán nuestra sabiduría y que nos dejarán la satisfacción pura de
honrar y amar al prójimo como Dios nos lo manda.
Amado Señor: Te pedimos
perdón a Ti y a las personas que hemos ofendido también, cuando hemos permitido
que la soberbia y la altivez invadan nuestro corazón. Enséñanos a seguir tu
ejemplo de humildad y tratar a todos con bondad, mansedumbre y perdón,
independientemente de si ellos han obrado o no del mismo modo. Danos dominio
propio sobre nuestras palabras e instrúyenos en ser sabios y no necios al
recibir tus preceptos. ¡Gracias buen Dios!
Un abrazo y
bendiciones.
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