sábado, 18 de julio de 2015

La soberbia no conduce a nada bueno




Al fracaso lo precede la soberbia humana; a los honores los precede la humildad. 
Proverbios 18:12.


Lectura: Proverbios 18:1-24.  Versículo del día: Proverbios 18:12.

MEDITACIÓN DIARIA

Por lo general la gente soberbia y altanera cree que son únicos y que siempre tienen la palabra. En alguna parte leí que la soberbia es el mayor de todos los vicios porque de este, se desprenden otros tantos que también son nocivos para la persona.
Siendo la soberbia el deseo de prevalecer por encima de cualquier actitud positiva del prójimo, lleva con frecuencia no solo a subvalorar a los que están alrededor, sino que incluso llega a sustituir a Dios por el amor a uno mismo. Las personas a veces entran en un estado de frenesí, al punto que solamente ven sus razones y creen a los demás brutos, ineptos y menos que ellos. Por eso la soberbia es hermana del orgullo; no del orgullo bueno; hablo del que destruye y menosprecia al prójimo. Aparte del orgullo, la soberbia es altivez, altanería, arrogancia y petulancia.  
La soberbia no conduce a nada bueno, por eso nos dice el versículo que antes del fracaso viene la soberbia. He conocido personas que con el tiempo han tenido que doblegar la cabeza y reconocer que muchos de sus fracasos fueron causados por su soberbia. Las personas soberbias no son deseadas en ningún círculo social. La Palabra de Dios, dice: “Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación” (Romanos 12:3). Cuidemos las palabras que pronunciamos en un momento de ira; desde ahí empieza a desarrollarse la soberbia en nuestros corazones porque “En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto” (v. 21 en la lectura). Dios no acepta a los soberbios, los resiste; en cambio da gracia a los humildes (Santiago 4:6). Por eso es mejor buscar la prudencia y la humildad, virtudes que demostrarán nuestra sabiduría y que nos dejarán la satisfacción pura de honrar y amar al prójimo como Dios nos lo manda.

Amado Señor: Te pedimos perdón a Ti y a las personas que hemos ofendido también, cuando hemos permitido que la soberbia y la altivez invadan nuestro corazón. Enséñanos a seguir tu ejemplo de humildad y tratar a todos con bondad, mansedumbre y perdón, independientemente de si ellos han obrado o no del mismo modo. Danos dominio propio sobre nuestras palabras e instrúyenos en ser sabios y no necios al recibir tus preceptos. ¡Gracias buen Dios!

Un abrazo y bendiciones.

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