El que recibe en mi nombre a uno de estos niños, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí sino al que me envió.Marcos 9:37.
Lectura del día: Marcos
9:33-50. Versículo del día: Marcos 9:37.
MEDITACIÓN DIARIA
Me fascina ver cómo el
Señor aboga por los niños. Los acoge, los defiende, se identifica con ellos y los compara con
quien se hace como uno de ellos. A mi parecer, creo que antiguamente poca o
nada atención se les daba a los niños; incluso los mismos discípulos trataron
de persuadirlos para que no se acercaran al Señor y Él les increpa: “Dejen que
los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de
quienes son como ellos” (Mateo 19:14). Por algo dice también nuestro Maestro
que debemos ser como niños; porque conocía el corazoncito de ellos y sabía que
allí no había malicia alguna. Y es terrible la admonición que viene para quien
daña su fe o su inocencia: “Pero si alguien hace pecar a uno de estos pequeños
que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y
lo arrojaran al mar” (v. 42 en la lectura).
¡Cómo sería de
importante que conocieran estas palabras tantos violadores y asesinos de niños
que sin ningún tapujo ni temor de Dios abusan constantemente de ellos, los martirizan e incluso llevan a
la muerte! ¡Claro! Sabemos exactamente quién está detrás de éstos pequeños y
por qué no le conviene dejarlos crecer en el conocimiento de Dios ni en su
ingenuidad. Satanás sabe que tocando los niños gana terreno y no pierde
oportunidad para hacer de las suyas con los pequeños.
La sociedad debería levantarse en un clamor total y abogar
por la integridad de los niños. Nosotros, como cristianos debemos dar ejemplo y
empezar a cambiar nuestras actitudes hacia ellos. Darles el lugar y amor que
merecen; colaborar en cualquier instancia que nos encontremos por su bienestar,
y el derecho que tienen de vivir integralmente como lo manda el Señor.
¡Valoremos y cuidemos nuestros niños!
Amado Dios: Ponemos
delante de Ti a todos los pequeños que andan sueltos por el mundo enfrentados a
las acechanzas del maligno y expuestos a la injuria de los adultos. Rogamos por
ellos buen Señor para que los cubras con tu manto protector y los atraigas
hacia tu regazo, porque serán los que en un futuro llevarán tu mensaje.
¡Gracias por los niños buen Dios!
Un abrazo y
bendiciones,
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