¡Levántate, Señor! No dejes que el hombre prevalezca; ¡haz que las naciones comparezcan ante ti!Salmo 9:19.
Lectura: Salmo
9:1-20. Versículo del día: Salmo 9:19.
MEDITACIÓN DIARIA
Observando al mundo
caótico que estamos viviendo, es mi apreciación que los tiempos están muy cerca
y el cumplimiento de la profecía bíblica se está viendo. Se levanta nación
contra nación, surgen terroristas
incluso suicidándose para amedrantar a los pueblos y gobernantes. Las catástrofes
naturales se presentan con más frecuencia y el corazón del hombre cada día está
más endurecido; la anarquía y el libertinaje han hecho mella profunda en sus
vidas. Las economías están cayendo vertiginosamente; el bien individual o de
unos pocos prevalece sin tener en cuenta las Constituciones porque ahora hay que
acomodarlas para ellos, llamando a lo bueno malo y a lo malo bueno, pasando por
encima del bien común. Estamos viviendo en medio de tinieblas y creo que el
clamor de los cristianos es el de David: “Infúndeles terror, Señor; ¡que los
pueblos sepan que son simples mortales!” (v.20).
Creo que el “¡Levántate,
Señor!” tiene que ver con nosotros. El Señor es luz y Él resplandece en medio
de tinieblas. El mundo tiene que reconocer que hay un Dios soberano y creador
del universo total, y es a quien hay que rendirle culto y entregarle cuentas.
Además, será el complemento de la profecía: “Y este evangelio del reino se
predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces
vendrá el fin” (Mateo 24:14). A la sazón surgen varias preguntas: ¿Queremos que
sea pronto el regreso del Señor Jesucristo? ¿Qué estamos haciendo para que se
cumpla? ¿Somos parte de la solución o del problema? Hablando con personas de diferente índole,
incluso cristianos, es triste saber que en sus corazones no brotan sino raíces
de amargura, de odio, rencor y envidias; por consiguiente en poco tienen el
perdón, la reconciliación y regeneración que Cristo ofrece y si no se acepta el
perdón de Dios, mucho menos podrán ellos perdonar. Es hora de decir: ‘Aquí estoy yo Señor;
envíame a mí’.
Amado Señor: No
queremos ser indiferentes a la situación caótica que vivimos. Pon el querer
como el hacer para levantarnos a predicar el Evangelio de las Buenas Nuevas,
permitiendo que en medio de tanta confusión brille en nosotros la luz de tu
rostro y el hombre alejado de ti pueda encontrarse contigo, conocerte y ser
parte de tu reino.
Un abrazo y
bendiciones.
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