Cuando Moisés descendió del monte Sinaí, traía en sus manos las dos tablas de la ley. Pero no sabía que, por haberle hablado el Señor, de su rostro salía un haz de luz.Éxodo 34:29.
Lectura: Éxodo
34:29-35. Versículo del día: Éxodo
34:29.
MEDITACIÓN DIARIA
La luz que resplandecía
sobre el rostro de Moisés era la luz misma de la paz, del amor, de la bondad y
mansedumbre del Señor. El estar en contacto con Él, hablándole y esperando que
también nos hable permitirá que en nuestros rostros brille su luz. Luz que
somos encargados de llevar por donde
quiera que vayamos. En muchas ocasiones las personas cuando se acercan a otra
persona o cuando visitan un lugar donde el Nombre del Señor es exaltado nos
refieren que se respira un hálito de paz, de tranquilidad y de sosiego. Esto no es más que la acción del Espíritu
Santo en nosotros por disponernos en presencia del Señor. Recordemos que para
estar de píe ante los hombres, primero debemos de estar de rodillas ante Dios.
Y dice Pablo que si en el Antiguo Pacto el ministerio que causaba muerte y
estaba grabado con letras en piedra, fue tan glorioso debido a la gloria que se
reflejaba en el rostro de Moisés, “¿no será todavía más glorioso el ministerio
del Espíritu?” (2 Corintios 3:7-8).
Nosotros conocedores de
ese Nuevo Pacto y portadores de la gracia de Dios, somos la luz del mundo
(Mateo 5:14); tenemos que levantarnos para que la luz de Jesús brille hasta en
lo más alto de nuestras vidas y se pose en las densas nubes oscuras que caen sobre
el mundo incrédulo; que destellen sus rayos luminosos permitiendo que su
resplandor les toque y sientan su calor y abrigo.
Amado
Señor: Te rogamos para que la relación contigo sea de tal manera que todos los
que nos rodean, vean en nuestros rostros la luz tuya reflejada y podamos llegar
hasta ellos brindándoles un destello de Ti que los inunde, permitiéndoles ver y sentir tu amor y misericordia.
Un abrazo y
bendiciones.
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