martes, 10 de marzo de 2015

El privilegio exclusivo de acercarnos sin temor




Pon un cerco alrededor del monte para que el pueblo no pase. Diles que no suban al monte, y que ni siquiera pongan un pie en él, pues cualquiera que lo toque será condenado a muerte. 
Éxodo 19:12.


Lectura: Éxodo 19:1-25.  Versículo del día: Éxodo 19:12.

MEDITACIÓN DIARIA

Por la gracia que se nos ha dado, nosotros ahora podemos sin ningún temor acercarnos al monte Sión, a la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios viviente. “Se han acercado a millares y millares de ángeles, a una asamblea gozosa, a la iglesia de los primogénitos inscritos en el cielo. Se han acercado a Dios… a Jesús, el mediador de un nuevo pacto; y a la sangre rociada, que habla con más fuerza que la de Abel” (Hebreos 12:22-24).
No tenemos necesidad, de montes, templos ni de cosas materiales, porque nuestro mediador, el Señor Jesucristo mora en nosotros y tenemos el acceso directo a Dios. Al pueblo de Israel se les prohibió incluso poner un pie sobre el cerco del monte y para el momento en que el Señor se les manifestaría hubo no solo un toque muy fuerte de trompeta, también relámpagos, truenos y el monte se cubrió de humo (vv. 16-19 en la lectura). “Tan terrible era este espectáculo que Moisés dijo: Estoy temblando de miedo” (Hebreos 12:21). Cuando Jesús murió también ocurrieron hechos parecidos: la tierra se oscureció, tembló y las rocas se partieron; el velo del templo se rasgó en dos, precisamente para que ya tuviéramos ese acceso directo: “Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo (Hebreos 10:19-20).
No despreciemos tan sublime regalo; somos exclusivos y privilegiados: podemos hablar sin temor alguno y con toda confianza con nuestro Padre Celestial. Él es el mejor ‘Papito’ del mundo, gracias al Señor Jesús que nos abrió el camino. Ahora somos el templo; templo del Espíritu Santo quién mora en nosotros (1 Corintios 6:19). Tenemos todo al alcance, no desperdiciemos el tiempo que dediquemos para conversar con Papito Dios y contarle todas nuestras alegrías y percances. No dudemos en buscarle; Él como buen Padre espera esos momentos exclusivos.

Amado Papito Dios: Gracias porque por tu amor y misericordia al enviar a tu Hijo amado al mundo, nos abriste las puertas para una comunicación directa. No queremos hablar contigo como un ritual ni repetirte palabras sin sentido; deseamos que cuando nos acerquemos a Ti, nuestra oración fluya con respeto, confianza y agradecimiento por todo lo que a diario nos ofreces. ¡Gracias Padre por tan extraordinario privilegio!

Un abrazo y bendiciones.

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