domingo, 29 de marzo de 2015

El fuego del Espíritu aviva nuestra lámpara



Tú, Señor, mantienes mi lámpara encendida; tú, Dios mío, iluminas mis tinieblas. 
Salmo 18:28.


Lectura: Salmo 18:25-36.  Versículo del día: Salmo 18:28.

MEDITACIÓN DIARIA

Un nuevo amanecer es un nuevo día. Es apreciar la luz del Señor brillando en nuestras vidas y es motivo de regocijo y agradecimiento al Dios de la creación. Al igual que esta luz sale para darnos claridad y calor, también espiritualmente la lámpara de su Palabra cada día está dispuesta para no estrellarnos y para que aun en medio de las tinieblas podamos ver y proseguir.
Muchos andan de noche y tropiezan porque no tienen luz (Juan 11:10).  Sus ojos están enceguecidos; pero nosotros somos de los que andamos en el día; gozamos de la presencia de su Santo Espíritu y su Palabra nos instruye y dirige por sendas de justicia. Es Él quien está presente para que el aceite de la unción no se extinga; por lo mismo Pablo nos exhorta a no dejarlo apagar. Al contrario, hay que dejar que el fuego de su llama avive por completo nuestro ser para que siempre estemos alumbrando cual lámpara encendida.

Amado Señor: Úngenos con tu Santo Espíritu para que la llama de su luz arda por donde quiera que nos dirijamos. No permitas que el aceite de la unción se disminuya porque nuestra luz declinará. Queremos ser lámparas que siempre lleven luz, no solamente para  no tropezar si no para poder también alumbrar a los que andan en tinieblas. ¡Gracias buen Dios!

Un abrazo y bendiciones.

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