lunes, 16 de marzo de 2015

El Espíritu Santo en su misión de guía




El hombre propone y Dios dispone. 
Proverbios 16:1.


Lectura: Proverbios 16:1-33.  Versículo del día: Proverbios 16:1.

MEDITACIÓN DIARIA

Definitivamente el dueño de nuestras acciones es Dios. Nosotros podemos hacer planes y proyectos pero si Dios ve que esos planes no son para nuestro bien, fácilmente los derrumba: “A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los motivos” (v. 2). Muchas veces creemos estar en lo cierto y nos parece correcto por donde vamos, pero al final nos encontraremos con una sorpresa desagradable. El enemigo, nuestro adversario el diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8) y no se necesita más que un pequeño espacio, para que él en su mentira y arrogancia nos haga creer que todo está muy bien para al concluir, darnos la mordida mortal. Él se viste como ángel de luz para engañar a muchos (2 Corintios 11:14). Un ejemplo claro es cuando se recurre a un médium o brujo para combatir una enfermedad; aparentemente puede ocurrir una sanidad rápida pero esta acción terminará destruyendo a la persona: su fin es camino de muerte (v. 25 en la lectura). Hay que tener mucho cuidado porque ahora ya no es necesario que se vistan de magos o brujos, los hay con corbata también, dictaminando desde un escritorio y camilla con caras de oveja pero son lobos rapaces; su esencia de brujo sigue latente y es fácil caer. Si en verdad somos cristianos será el Espíritu Santo quien nos dará el discernimiento necesario para no dejarnos involucrar en casos como éstos.
Personalmente considero que aunque tenemos el libre albedrío, Dios es soberano y misericordioso. Nos ama tanto, que por eso nos dejó un Consolador que es su Santo Espíritu y es Él, quien se encarga de cambiar los planes que yo propongo para dirigirme por el camino que es.

Amado Señor: Gracias porque tu Santo Espíritu siempre está ahí presente para enseñarme todas las cosas y recordarme tus instrucciones. Gracias porque es Él quien me convence de pecado. Precioso Espíritu Santo, te amo; eres mi Ayudador, Consolador y Guía. Sé que cuando algo no me conviene, Tú intercedes para alejarme del peligro. Perdóname por las veces que he hecho caso omiso a tu dirección y me he dejado guiar por el mundo. Nuevamente gracias porque moras conmigo y estás atento a revelarme toda verdad. Gracias porque nunca me dejarás ni me desampararás.

Un abrazo y bendiciones.

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