En cuanto Moisés subió, una nube cubrió el monte, y la gloria del Señor se posó sobre el Sinaí. Seis días la nube cubrió el monte. Al séptimo día, desde el interior de la nube el Señor llamó a Moisés. A los ojos de los israelitas, la gloria del Señor en la cumbre del monte parecía un fuego consumidor.Éxodo 24:15-17.
Lectura: Éxodo
24:1-18. Versículo del día: Éxodo 24:15-17.
MEDITACIÓN DIARIA
La gloria del Señor en
mi concepto debió ser bien difícil de explicar por los que tuvieron la oportunidad
de verla como Moisés, algunos profetas del Antiguo Testamento y el discípulo
amado Juan, en la revelación hecha por Dios mismo en la Isla de Patmos.
Investigando sobre la gloria del Señor, encontré un estudio escrito por
Charleeda Sprinkle, y dice que la nube que envolvía esa gloria es el lugar
secreto donde Dios nos habla y nosotros lo escuchamos. Me quedé pensando y en
mi propio parecer considero que es tan sobrenatural, tan radiante y esplendoroso
ese lugar que ni siquiera Juan supo explicárnoslo. Calles de oro, mar de cristal,
piedras preciosas por todos lados; pero en esencia algo más sublime y poderoso
porque indudablemente: “¡Qué profundas son las riquezas de la sabiduría y del
conocimiento de Dios! ¡Qué indescifrables sus juicios e impenetrables sus
caminos! ¿Quién ha conocido la mente del Señor, o quién ha sido su consejero?”
(Romanos 11:33-34). El caso es que ver la gloria del Señor en todo su esplendor,
debe de ser algo que no alcanzamos ni siquiera a imaginar. Ese lugar aquí en la
tierra, tal vez será el lugar recóndito que buscamos en minutos de silencio a
su lado cuando desbordamos nuestro corazón quebrantado, humillado y asustado.
La verdad yo creo reconocerlo y haberlo experimentado cuando me diagnosticaron lo de mi cáncer de seno. Estaba escuchando
precisamente la canción de Jesús Adrián Romero “Por un minuto en su presencia”
y puedo decir sinceramente que fue tan único y especial ese momento, que en
verdad me llené de paz, sosiego y tranquilidad. Si aquí en la tierra fue por un
instante solamente, ¿cómo no sería allá en el cielo, me dije? Eso me bastó y
era más que suficiente; saber que si moría me esperaba lo más grandioso: estar al
lado de mi Amado Señor contemplando su gloria eternamente.
No sé cuáles sean tus
angustias hoy, pero mira el Señor te dice como a Moisés: “Sube a encontrarte
conmigo en el monte, y quédate allí” (v. 12). Sí; allí cuéntaselo todo, gímele,
llórale, que Él seguro te envolverá en sus brazos y experimentarás el amor y la
belleza de su Majestad. ¡Déjate atraer por Él! ¡Entenderás algo de su gloria!
Amado Señor: Es difícil
explicar la magnitud de tu gloria pero una cosa sé con certeza: que eres Inigualable
y Majestuoso; Sublime y Poderoso. ¿Y tu amor? Tu amor no tiene límites ¡Es más grato que el
vino! Tu Nombre es como ungüento
derramado; ¡Llévame en pos de Ti, correremos juntos! ¡Quiero ver tu gloria!
Un abrazo y
bendiciones.
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