domingo, 15 de marzo de 2015

Buscando ver su gloria




En cuanto Moisés subió, una nube cubrió el monte, y la gloria del Señor se posó sobre el Sinaí. Seis días la nube cubrió el monte. Al séptimo día, desde el interior de la nube el Señor llamó a Moisés. A los ojos de los israelitas, la gloria del Señor en la cumbre del monte parecía un fuego consumidor.  
Éxodo 24:15-17.


Lectura: Éxodo 24:1-18.  Versículo del día: Éxodo 24:15-17.

MEDITACIÓN DIARIA

La gloria del Señor en mi concepto debió ser bien difícil de explicar por los que tuvieron la oportunidad de verla como Moisés, algunos profetas del Antiguo Testamento y el discípulo amado Juan, en la revelación hecha por Dios mismo en la Isla de Patmos. Investigando sobre la gloria del Señor, encontré un estudio escrito por Charleeda Sprinkle, y dice que la nube que envolvía esa gloria es el lugar secreto donde Dios nos habla y nosotros lo escuchamos. Me quedé pensando y en mi propio parecer considero que es tan sobrenatural, tan radiante y esplendoroso ese lugar que ni siquiera Juan supo explicárnoslo. Calles de oro, mar de cristal, piedras preciosas por todos lados; pero en esencia algo más sublime y poderoso porque indudablemente: “¡Qué profundas son las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Qué indescifrables sus juicios e impenetrables sus caminos! ¿Quién ha conocido la mente del Señor, o quién ha sido su consejero?” (Romanos 11:33-34). El caso es que ver la gloria del Señor en todo su esplendor, debe de ser algo que no alcanzamos ni siquiera a imaginar. Ese lugar aquí en la tierra, tal vez será el lugar recóndito que buscamos en minutos de silencio a su lado cuando desbordamos nuestro corazón quebrantado, humillado y asustado. La verdad yo creo reconocerlo y haberlo experimentado cuando me diagnosticaron  lo de mi cáncer de seno. Estaba escuchando precisamente la canción de Jesús Adrián Romero “Por un minuto en su presencia” y puedo decir sinceramente que fue tan único y especial ese momento, que en verdad me llené de paz, sosiego y tranquilidad. Si aquí en la tierra fue por un instante solamente, ¿cómo no sería allá en el cielo, me dije? Eso me bastó y era más que suficiente; saber que si moría me esperaba lo más grandioso: estar al lado de mi Amado Señor contemplando su gloria eternamente.
No sé cuáles sean tus angustias hoy, pero mira el Señor te dice como a Moisés: “Sube a encontrarte conmigo en el monte, y quédate allí” (v. 12). Sí; allí cuéntaselo todo, gímele, llórale, que Él seguro te envolverá en sus brazos y experimentarás el amor y la belleza de su Majestad. ¡Déjate atraer por Él! ¡Entenderás algo de su gloria!

Amado Señor: Es difícil explicar la magnitud de tu gloria pero una cosa sé con certeza: que eres Inigualable y Majestuoso; Sublime y Poderoso. ¿Y tu amor?  Tu amor no tiene límites ¡Es más grato que el vino!  Tu Nombre es como ungüento derramado; ¡Llévame en pos de Ti, correremos juntos! ¡Quiero ver tu gloria!

Un abrazo y bendiciones.

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