Así que el Señor le dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo seguirán desobedeciendo mis leyes y mandamientos?Éxodo 16:28.
Lectura: Éxodo 16:1-36. Versículo del día: Éxodo 16:28.
MEDITACIÓN DIARIA
El pueblo de Israel,
acababa de ver el poderío de Dios para sacarlos de Egipto, para hacerlos cruzar
el Mar Rojo y para proveerles agua y alimento y no solo desobedecían sus órdenes
sino que murmuraban contra Él. Sin duda alguna, al leer su historia no podemos
menos que pensar en un pueblo terco, desagradecido, olvidadizo e infiel.
Si miramos con
honestidad y de manera retrospectiva nuestras vidas, notamos que no hay ninguna
diferencia con ellos. El Señor hace maravillas con nosotros y cada nuevo día en
sus manos es ver su gloria reflejada hasta en el más mínimo de los detalles. Lo
que sucede es que somos ciegos espiritualmente y siempre impera un percance
malo, sobre mil detalles que han venido de su parte. El mismo desagradecimiento
nos lleva a desobedecer. La desobediencia viene desde Adán y Eva: ese fue su
pecado y esa naturaleza pecaminosa aún está arraigada y nos detiene. Tenemos
que seguir el ejemplo de Pablo: poner el cuerpo bajo disciplina y enseñarlo a
obedecer (1 Corintios 9:27). Dejar que sea el Espíritu de Dios que vive en
nosotros, el que tome el control. Nos parezca o no, es una obligación no vivir
conforme a la naturaleza pecaminosa sino dejarnos guiar por su Espíritu para darle
muerte a los malos hábitos (Romanos 8:9-13).
Nos cuesta obedecer;
pero ya como hijos de Dios no somos esclavos del pecado. La semilla del
Espíritu Santo tiene que ir germinando día tras día hasta ver el fruto
esperado.
Amado Señor: Siembra en
cada uno de tus hijos la semilla de tu Espíritu, para que la desobediencia que
mora en nosotros, sea completamente desarraigada y con su fruto las vidas secas,
áridas y sedientas, se conviertan en un campo de fruto apacible, deseado y abundante.
¡Gracias por tu obra, precioso Espíritu Santo!
Un abrazo y
bendiciones.
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