jueves, 12 de marzo de 2015

Hemos sido consolados para consolar también




La angustia abate el corazón del hombre, pero una palabra amable lo alegra. 
Proverbios 12:25.


Lectura: Proverbios 12:1-28.  Versículo del día: Proverbios 12:25.

MEDITACIÓN DIARIA

El agite del mundo moderno es exigente, preocupante y estresante. El Señor lo sabía y por eso en la Escritura encontramos pasajes como: “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7). Aparte de este agite se unen vicisitudes que nos alcanzan y de las cuales no teníamos ni idea que llegarían, pero llegaron y están ahí. Satanás como enemigo quiere hacernos perder la paz como sea y se coge de las enfermedades, de las finanzas y de los sentimientos para  hacer estragos en nosotros. Ahí es donde debemos usar la sabiduría y el discernimiento para desechar todo ataque y buscar ayuda espiritual.  
La persona atribulada puede estar abatida, sentirse sola e indiferente para Dios y los demás, pero el discípulo del Señor está presente precisamente, para levantar y no para acabar de destruir: “El Señor omnipotente me ha concedido tener una lengua instruida, para sostener con mi palabra al fatigado” (Isaías 50:4), así que se levantará y dará palabras de aliento, de vida, de esperanza y de paz.  Una palabra amable y dicha a tiempo endulza la vida, da salud al cuerpo y es agradable escucharla (Proverbios 16:24 y 15:23b). Muy seguramente, la persona que se acerca a nosotros para pedir un consejo o dirección está pasando por lo mismo que en otra ocasión nosotros vivimos y ya sabemos cómo podemos ayudar. Nuestro Padre misericordioso que es Dios de toda consolación y nos ha consolado en todas nuestras tribulaciones pasadas, espera que respondamos de la misma manera con el mismo consuelo que hemos recibido (2 Corintios 1:3-4). Definitivamente nadie puede consolar si antes no ha sido consolado.
No desaprovechemos esos momentos: podemos acercar personas al reino o evitar consecuencias mayores en el abatido. Es un deber de todo cristiano, acercarse al afligido, abrazarlo, escucharlo y consolarlo; las preocupaciones de ahora se esfuman con la esperanza de la dicha futura.

Amado Señor y Dios nuestro: Te damos gracias infinitas porque siempre has estado presente en momentos de abatimiento y amargura. Gracias porque tu consuelo nos ha servido para consolar a otros. En este momento te pedimos por todas las personas que de una u otra manera están desconsoladas y no sienten paz en sus corazones. En lo que esté a nuestro alcance, permite que podamos llevarles una luz de tu amor, misericordia y esperanza para sus vidas. ¡Gracias buen Dios!  

Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: