La angustia abate el corazón del hombre, pero una palabra amable lo alegra.Proverbios 12:25.
Lectura: Proverbios
12:1-28. Versículo del día: Proverbios
12:25.
MEDITACIÓN DIARIA
El agite del mundo
moderno es exigente, preocupante y estresante. El Señor lo sabía y por eso en
la Escritura encontramos pasajes como: “No se inquieten por nada; más bien, en
toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle
gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus
corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7). Aparte de
este agite se unen vicisitudes que nos alcanzan y de las cuales no teníamos ni
idea que llegarían, pero llegaron y están ahí. Satanás como enemigo quiere
hacernos perder la paz como sea y se coge de las enfermedades, de las finanzas
y de los sentimientos para hacer
estragos en nosotros. Ahí es donde debemos usar la sabiduría y el
discernimiento para desechar todo ataque y buscar ayuda espiritual.
La persona atribulada
puede estar abatida, sentirse sola e indiferente para Dios y los demás, pero el
discípulo del Señor está presente precisamente, para levantar y no para acabar
de destruir: “El Señor omnipotente me ha concedido tener una lengua instruida, para
sostener con mi palabra al fatigado” (Isaías 50:4), así que se levantará y dará
palabras de aliento, de vida, de esperanza y de paz. Una palabra amable y dicha a tiempo endulza
la vida, da salud al cuerpo y es agradable escucharla (Proverbios 16:24 y
15:23b). Muy seguramente, la persona que se acerca a nosotros para pedir un
consejo o dirección está pasando por lo mismo que en otra ocasión nosotros
vivimos y ya sabemos cómo podemos ayudar. Nuestro Padre misericordioso que es
Dios de toda consolación y nos ha consolado en todas nuestras tribulaciones
pasadas, espera que respondamos de la misma manera con el mismo consuelo que
hemos recibido (2 Corintios 1:3-4). Definitivamente nadie puede consolar si
antes no ha sido consolado.
No desaprovechemos esos
momentos: podemos acercar personas al reino o evitar consecuencias mayores en
el abatido. Es un deber de todo cristiano, acercarse al afligido, abrazarlo,
escucharlo y consolarlo; las preocupaciones de ahora se esfuman con la esperanza
de la dicha futura.
Amado Señor y Dios
nuestro: Te damos gracias infinitas porque siempre has estado presente en
momentos de abatimiento y amargura. Gracias porque tu consuelo nos ha servido para
consolar a otros. En este momento te pedimos por todas las personas que de una
u otra manera están desconsoladas y no sienten paz en sus corazones. En lo que
esté a nuestro alcance, permite que podamos llevarles una luz de tu amor,
misericordia y esperanza para sus vidas. ¡Gracias buen Dios!
Un abrazo y
bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario