sábado, 16 de agosto de 2014

Sin importar que la higuera no florezca



Aunque la higuera no dé renuevos, ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos;  aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador! 
Habacuc 3:17-18.


Lectura: Habacuc 3:1-19.  Versículos del día: Habacuc 3:17-18.

MEDITACIÓN DIARIA

Hay pasajes o versículos de la Biblia que nos marcan mucho quizá porque reconocemos la mano del Señor en ellos, hablándonos directamente, cuando en ocasiones tenemos tanta necesidad de escuchar sus palabras.  Con este capítulo de Habacuc, me sucedió lo que estoy refiriendo puesto que me fue revelado en un momento crítico financieramente en mi familia.
Y es que analicemos con lo que empieza el profeta: “Señor, he sabido de tu fama; tus obras, Señor, me dejan pasmado. Realízalas de nuevo en nuestros días, dalas a conocer en nuestro tiempo; en tu ira, ten presente tu misericordia” (v. 2).  Prácticamente esa era mi oración por aquella época, donde transcurría día tras día y yo no veía un horizonte claro que nos diera un respiro económico.  Al contrario, parecía como si todo se hubiese confabulado en nuestra contra y no lográbamos levantar cabeza.  Entonces, fue cuando me encontré con este pasaje y al llegar a los versículos 17 y 18, entendí que a pesar de las circunstancias tenía que alabar al Señor y darle gracias.  No crean que me fue tan fácil; hay momentos en que no logramos razonar en nuestra mente y corazón ciertas reprensiones con las que nos confronta el Señor, hasta que por fin caemos en cuenta o mejor, el Espíritu Santo nos refuta y volteamos los ojos hacia Dios humillados reconociendo su soberanía y potestad.  Definitivamente he aprendido que pase lo que pase, y a pesar de la terquedad, mi buen Dios está ahí: animándome y reconfortándome como solo Él lo sabe hacer. “El Señor omnipotente es mi fuerza; da a mis pies la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas”.  Ahí es cuando entendemos, que no importa que la higuera no florezca.

Amado Dios: Muchas gracias porque tu exhortación y disciplina nos conducen siempre a exaltarte y honrarte como lo mereces.  Gracias porque sabes reprendernos para nuestro bien, sin dejar de amarnos como el mejor Papito que eres.

Un abrazo y bendiciones.

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