Entonces les conté cómo la bondadosa mano de Dios había estado conmigo y les relaté lo que el rey me había dicho. Al oír esto, exclamaron: —¡Manos a la obra! Y unieron la acción a la palabra.Nehemías 2:18.
Lectura: Nehemías
2:1-20. Versículo del día: Nehemías
2:18.
MEDITACIÓN DIARIA
Nehemías, un judío de
los cautivos en Babilonia, se ganó la apreciación del rey y éste lo mando a
reconstruir la ciudad de Jerusalén.
Cuando llegó e inspeccionó la muralla, les comentó y animó a los que le
acompañaban para que se unieran a la tarea y ellos exclamaron: “¡Manos a la
obra! Y unieron la acción a la palabra”.
Eso es lo que nos falta en muchas ocasiones a nosotros. Hablamos y hablamos y todo se nos va en
hermosos planes de los cuales pocos se realizan; no sabemos unir la acción a la
palabra. Tenemos que aprender a ser
diligentes y constantes en lo que emprendamos, porque también en eso, debemos
ser testimonio.
Nehemías fue un gran
líder y nos deja una lección ejemplar. Aunque le expresó al rey Artajerjes la
tristeza por su pueblo y con su anuencia se fue a desarrollar la labor, no fue
nada fácil. Le tocó enfrentar muchos
contratiempos: la ciudad estaba en ruinas, consumida por el fuego, no tenía los
materiales ni los hombres adecuados para ayudarle, y encima de eso la envidia y
oposición de algunos de los que allí moraban, le salieron al paso burlándose y
poniendo resistencia. Sin embargo, su
denuedo, tenacidad y responsabilidad, unidos a la oración constante al que todo
lo puede, no se hicieron esperar. Él
sabía que la bondadosa mano de quien le había abierto las puertas iba a
continuar y nos las iba a cerrar hasta terminar su cometido.
Aprendamos a no
desfallecer después de empezar a construir; los que confiamos en el Señor, renovamos
las fuerzas cada nuevo día. Ningún
proyecto está en tapete rojo; nada se
construye de la noche a la mañana. Si
de verdad se quiere salir avante, hay que enfrentar un sinnúmero de
dificultades y todo líder debe tener el suficiente carácter y valor para asumir
los tropiezos. Mi oración es por todos
los empresarios, trabajadores y líderes que se levantan con mil cargas sobre
ellos y están desanimados. ¡Adelante! Hay que unir la acción a la palabra; al final
se verán los frutos.
Amado Señor: Gracias
por tu Palabra. Gracias porque en ella
aprendemos no solamente a crecer en el espíritu, sino también a desarrollarnos
basados en lo que a diario nos enseñas. Te rogamos que tengas en cuenta a toda
persona líder y le des la suficiente sabiduría, discernimiento y fortaleza para
continuar en la ardua tarea de dirigir su empresa o trabajo. ¡Gracias buen
Dios!
Un abrazo y
bendiciones.
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