viernes, 1 de agosto de 2014

Artífices de nuestro propio mal



Y Jarboná, uno de los eunucos que atendían al rey, dijo: —Hay una estaca a veinticinco metros de altura, junto a la casa de Amán. Él mandó colocarla para Mardoqueo, el que intervino en favor del rey.  —¡Empálenlo en ella! —ordenó el rey. 
Ester 7:9.


Lectura: Ester 7:1-10.  Versículo del día: Ester 7:9.

MEDITACIÓN DIARIA

Mardoqueo el primo de Ester, había salvado al rey de una conspiración en su contra y por su actuación, él lo exaltó (Ester 6).  Cuando la reina Ester intercedió por su pueblo y puso de manifiesto ante el rey Asuero las intenciones malévolas de Amán, inmediatamente lo que había mandado hacer para matar a Mardoqueo, sirvió para su propia muerte. “El malvado sólo piensa en el mal; jamás se compadece de su prójimo” (Proverbios 21:10).  Recordemos lo dicho por el Señor: “Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes” (Mateo 7:12); la regla de oro que debemos seguir.
Bien entendible la lección: Lo que deseamos para los demás, nos puede caer a nosotros; así que es mejor orar por nuestros enemigos en vez de desearles el mal.  Esa tarea le corresponde a Dios.  Nos puede suceder como a Amán: ser artífices de nuestra propia destrucción. Además, del Libro de Ester también aprendemos  que todo lo que sucede en nuestras vidas tiene un propósito, a veces cuando estamos en medio de la tormenta, nos queda difícil vislumbrar lo que viene detrás.  Un ejemplo muy parecido al de José: dos personas utilizadas por Dios para salvar a los suyos.

Amado Señor: Muchas gracias por enseñarnos a amar a aun a los que nos hacen daño y no desearles el mal. Gracias porque Tú exaltas al humilde y buscas la manera de guiarnos con el fin llevar a cabo la obra que deseas.

Un abrazo y bendiciones.

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