Así que Naamán bajó al Jordán y se sumergió siete veces, según se lo había ordenado el hombre de Dios. ¡Y su piel se volvió como la de un niño, y quedó limpio!2 Reyes 5:14.
Lectura: 2 Reyes
5:1-19. Versículo del día: 2 Reyes 5:14.
MEDITACIÓN DIARIA
Es increíble ver cómo
la mano de Dios actúa en los inconversos demostrándoles su misericordia y amor.
Es algo tan bonito y a la vez tan reconfortante saberlo (por los nuestros que
no le conocen aún), porque definitivamente donde abunda el pecado, sobreabunda
la gracia (Romanos 5:20). Y es también para tener muy en cuenta porque a veces
suponemos que tal o cual persona, cómo va a llegar a los píes del Señor si es
el más grande criminal, el más estafador o violador. Se nos
olvida que para Dios todos los pecados son iguales. Recordemos que el que odia
es igual al asesino (1 Juan 3.15), y el mentiroso es hijo del diablo quien desde
el principio ha sido un asesino y no hay verdad en él porque es el padre de la
mentira (Juan 8:44). Dios mandó a su Hijo al mundo para perdonar a
todo el que se acoja a Él y su interés es que nadie se pierda sino que todos
lleguen al conocimiento y se salven (1 Timoteo 2:3 y 2 Pedro 3:9); entonces no
tenemos que mirar el pecado que mora en ellos sino al hombre pecador, quien es
al que Dios mira. Dios aborrece el pecado pero ama al hombre como tal y hace todo lo posible porque doblegue su
corazón, así tenga que obrar con un gran milagro de sanidad física para lograr
la sanidad espiritual. Esto le sucedió a
Naamán el oficial del rey de Siria; y ante la negativa de Eliseo de aceptar
cualquier retribución por su sanidad (Eliseo fue el instrumento usado por Dios
para sanar a Naamán), replicó: “—En ese
caso —persistió Naamán—, permítame usted llevarme dos cargas de esta tierra, ya
que de aquí en adelante su servidor no va a ofrecerle holocaustos ni
sacrificios a ningún otro dios, sino sólo al Señor” (v. 17 en la lectura).
Para meditar y
reflexionar: No despreciemos a nadie porque ante los ojos de Dios todos somos
igual de pecadores y solamente tenemos la alternativa de convencernos de pecado
y volcarnos sinceramente hacia el Señor.
Amado Señor: Gracias
por tu misericordia tan incondicional que nos ofreces. Gracias por saber que estás pendiente de
nuestros familiares y amigos que no te conocen, buscando la oportunidad de
manifestar tu grandeza en el momento propicio para que lleguen hacia ti.
Un abrazo y
bendiciones.
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