martes, 26 de agosto de 2014

Amor incondicional




Así que Naamán bajó al Jordán y se sumergió siete veces, según se lo había ordenado el hombre de Dios. ¡Y su piel se volvió como la de un niño, y quedó limpio! 
 2 Reyes 5:14.


Lectura: 2 Reyes 5:1-19.  Versículo del día: 2 Reyes 5:14.

MEDITACIÓN DIARIA

Es increíble ver cómo la mano de Dios actúa en los inconversos demostrándoles su misericordia y amor. Es algo tan bonito y a la vez tan reconfortante saberlo (por los nuestros que no le conocen aún), porque definitivamente donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia (Romanos 5:20).  Y es también  para tener muy en cuenta porque a veces suponemos que tal o cual persona, cómo va a llegar a los píes del Señor si es el más grande criminal, el más estafador o violador.  Se  nos olvida que para Dios todos los pecados son iguales. Recordemos que el que odia es igual al asesino (1 Juan 3.15), y el mentiroso es hijo del diablo quien desde el principio ha sido un asesino y no hay verdad en él porque es el padre de la mentira (Juan 8:44).   Dios mandó a su Hijo al mundo para perdonar a todo el que se acoja a Él y su interés es que nadie se pierda sino que todos lleguen al conocimiento y se salven (1 Timoteo 2:3 y 2 Pedro 3:9); entonces no tenemos que mirar el pecado que mora en ellos sino al hombre pecador, quien es al que Dios mira. Dios aborrece el pecado pero ama al hombre como tal y  hace todo lo posible porque doblegue su corazón, así tenga que obrar con un gran milagro de sanidad física para lograr la sanidad espiritual.  Esto le sucedió a Naamán el oficial del rey de Siria; y ante la negativa de Eliseo de aceptar cualquier retribución por su sanidad (Eliseo fue el instrumento usado por Dios para sanar a Naamán),  replicó: “—En ese caso —persistió Naamán—, permítame usted llevarme dos cargas de esta tierra, ya que de aquí en adelante su servidor no va a ofrecerle holocaustos ni sacrificios a ningún otro dios, sino sólo al Señor” (v. 17 en la lectura).  
Para meditar y reflexionar: No despreciemos a nadie porque ante los ojos de Dios todos somos igual de pecadores y solamente tenemos la alternativa de convencernos de pecado y volcarnos sinceramente hacia el Señor.

Amado Señor: Gracias por tu misericordia tan incondicional que nos ofreces.  Gracias por saber que estás pendiente de nuestros familiares y amigos que no te conocen, buscando la oportunidad de manifestar tu grandeza en el momento propicio para que lleguen hacia ti.

Un abrazo y bendiciones.

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