Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida.1 Juan 5:11-12.
Lectura: 1 Juan
5:1-15. Versículos del día: 1 Juan
5:11-12.
MEDITACIÓN DIARIA
Definitivamente la
Palabra de Dios es veraz y lo que dice no tiene vuelta de hoja. Así pues, solamente tienen vida eterna los
que tienen al Hijo de Dios. Dice unos
versículos atrás, que el amor a Dios consiste en obedecer sus mandamientos, lo
que no, nos es difícil de cumplir, porque el que es nacido de Dios tiene la
victoria que vence al mundo y esta victoria es nuestra fe (vv.3-5). Nosotros nacimos como hijos de Dios cuando
recibimos a Cristo Jesús en nuestro corazón (Juan 1:12); y tampoco a esto podemos
darle vuelta: simplemente si no se ha aceptado el sacrificio de Jesús por
nuestros pecados y lo aceptamos como el pago por nuestro rescate del infierno,
no somos hijos de Dios y por ende tampoco obtendremos la vida eterna. Cuando se hace, nos es más fácil cumplir sus
mandatos por el amor que brota en nuestros corazones por Dios. La vida eterna es una promesa real, no es un mito.
Bajo estos parámetros
de su Palabra no queda otra alternativa sino nacer de nuevo como se lo enseñó
el mismo Señor a Nicodemo (Juan 3:3). Quizá nunca antes nadie te habló de este
nuevo nacimiento: del nacimiento del Espíritu; o tal vez lo has escuchado muchísimas
veces pero sin ponerle la atención debida.
Ahora que lo entiendes, te invito a hacer una corta oración; yo te puedo
guiar con una, pero eso no significa que si lo quieres hacer con tus propias
palabras no se pueda; antes es mejor,
porque Dios quiere escuchar lo que salga directamente de tu corazón. Mi oración
de guía puede ser como ésta:
Señor Jesucristo: Hoy
entiendo que te hiciste hombre por mí y viniste a pagar todo el precio de mi
pecado en la cruz del Calvario. Yo te
necesito, te abro la puerta de mi vida y te acepto como mi Señor y
Salvador. Perdona mis pecados y hazme la
persona que deseas que yo sea. Gracias
Señor por perdonarme y limpiarme, por permitirme nacer de nuevo contigo y por darme
la vida eterna. Amén.
Un abrazo y
bendiciones.
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