miércoles, 30 de abril de 2014

El maestro es el primero en aprender



… tú que enseñas a otros, ¿no te enseñas a ti mismo? 
Romanos 2:21.


Lectura: Romanos 2:1-29.  Versículo del día: Romanos 2:21.

MEDITACIÓN DIARIA

Mi madre que fue toda la vida profesora, siempre decía: ‘quien enseña aprende el doble’ y así es.  Después de haberme comprometido con el Señor a escribir mis devocionales diarios (hace más de cinco años), considero que he aprendido muchísimo.  No puedo conformarme solo con lo que dice el versículo del día, sino que me lleva a profundizar y escudriñar las Escrituras, siempre pidiéndole al Espíritu Santo que me guie para no llegar a escribir algo equivocado. 
También le ruego al Señor que en lo transmitido, sea yo la primera persona que lo tome y lo viva.  Al fin de cuentas es mi devocional y lo que el Señor  está enseñando, empieza por mi vida misma. Así lo dice Pablo: no podemos enseñar sobre el robo o el adulterio si nosotros estamos violando esos mandatos (vv. 22-23); en una palabra tenemos que obrar rectamente.  Creo que el que enseña tiene mucha responsabilidad delante de Dios, porque es ante Él quien se tiene que dar cuentas de lo hecho.
De todas maneras creo que de algún modo, todos somos llamados a ser maestros; el solo hecho de compartir a otros el mensaje de salvación ya nos da ese calificativo y el mandato es para todo creyente: “Por tanto, vayan y hagan discípulos” (Mateo 28:19).  Más adelante el apóstol Pablo recomienda lo mismo: “Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros” (2 Timoteo 2:2). Dios permita que lo hagamos con claridad, con emoción y sabiendo que es el Señor mismo a través de su Santo Espíritu quien nos inspira a realizarlo.
Mi oración es porque mi conducta diaria sea coherente con lo que escribo y si no lo es, que el Señor sea poniendo en mi corazón de manera total una vida en completa integridad, porque también sé que no somos perfectos y no soy la excepción; tengo mis errores como todos.

Amado Señor: Gracias por todas las circunstancias que me llevaron a escribir y mandar mis devocionales. Te ruego que examines mi corazón, que lo sondees y mires si hay algo que no te agrade; pon en mí un espíritu humilde y compasivo y dame solo las palabras tuyas para que yo no caiga en banalidades ni insipideces que trastornen el mensaje enviado. Gracias por tu fidelidad y disciplina que día a día nos enseñas. Gracias porque sabemos que un día llegaremos al pleno conocimiento tuyo y esa es la gran esperanza que tenemos para alcanzar la perfección.  

Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: