lunes, 7 de abril de 2014

No tenemos excusa para endurecer el corazón




“¡Tercos, duros de corazón y torpes de oídos! Ustedes son iguales que sus antepasados: ¡Siempre resisten al Espíritu Santo!”.  
 Hechos 7:51.


Lectura: Hechos 7:1-53.  Versículo del día: Hechos 7:51.

MEDITACIÓN DIARIA

Estas palabras fueron dichas por Esteban en su defensa ante el Consejo de los judíos.  Como lo acusaban de hablar en contra del templo y de la ley y Esteban conocía muy bien la Palabra de Dios, les hizo un recuento desde Abraham hasta Salomón aclarándoles que: “el Altísimo no habita en casas construidas por manos humanas” (v. 48).
El Señor durante su ministerio se dedicó a llevar el mensaje de salvación, instando al pueblo a que lo siguiera: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” (Mateo 11:28). En ningún momento dijo: ‘sigan a aquel o a aquella’; se dirigía en primera persona porque es el “Gran Yo Soy”.  “Yo soy  el pan de vida” (Juan 6:35);  “Yo soy la luz del mundo (Juan 8:12); “Yo soy la puerta; el que entre por esa puerta, que soy yo, será salvo” (Juan 10:9); “Yo soy  la vid verdadera” (Juan 15:1).  Ellos: “Tercos, duros de corazón y torpes de oídos”, le rechazaron, para bien de los gentiles: “La piedra que desecharon los constructores  ha llegado a ser la piedra angular” (Mateo 21:42a).
Sin embargo, ahora todo es igual; el hombre rechaza la salvación ofrecida por Dios a través de su Hijo Jesucristo. También los gentiles somos tercos, duros de corazón y torpes de oídos; pero: “Tengan cuidado de no rechazar al que habla, pues si no escaparon aquellos que rechazaron al que los amonestaba en la tierra, mucho menos escaparemos nosotros si le volvemos la espalda al que nos amonesta desde el cielo” (Hebreos 12:25); “Cristo es la piedra viva, rechazada por los seres humanos pero escogida y preciosa ante Dios” (1 Pedro 2:4).  Para los incrédulos esta piedra se convierte en tropiezo, mientras que para nosotros los cristianos es una piedra viva,  preciosa, adorada y valorada. 
Al igual que Esteban, tenemos que estar preparados para defendernos con la Palabra diligente. Tenemos que ser diferentes porque de hecho lo somos: “para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).

Amado Señor: Gracias porque conocemos de ti; conocemos tu Palabra y no tenemos excusa para rechazarte. Te pedimos que nos enseñes a ser fieles y no caer en la trampa del engaño, dejando que nuestro corazón se endurezca y nos volvamos también tercos y sordos ante tus mandatos.

Un abrazo y bendiciones.

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