martes, 29 de abril de 2014

Nadie tiene excusa alguna



Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa. 
Hechos 29:20.


Lectura: Romanos 1:18-32.  Versículo del día: Romanos 1:20.

MEDITACIÓN DIARIA

Nadie tiene excusa alguna para no creer en Dios; la misma naturaleza habla de Él.  Los cielos cuentan la grandeza de su gloria (Salmo 8). 
En este primer capítulo a los Romanos, Pablo nos instruye sobre el poder del pecado en el mundo y cómo el pecado se encarga de esclavizar al hombre. Lo que pasa es que la misma maldad, opaca y obstruye la verdad.  Su indiferencia lo lleva  a apartarse completamente de Dios; prefiere voltear los ojos hacia ídolos vanos (v. 23) que reconocerlo a Él: “Por eso Dios los entregó a los malos deseos de sus corazones, que conducen a la impureza sexual, de modo que degradaron sus cuerpos los unos con los otros” (v. 24).  Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y las mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza (lesbianismo); y los hombres de igual modo (vv. 26-27). Su mente también se corrompió; se llenaron de toda clase de maldad siguiendo los deseos de la carne (vv. 29-31).
La naturaleza pecaminosa está en el hombre, pero nadie tiene excusa para decir: no conozco a Dios; no he visto nada que pueda acrecentar mi fe en Él.  Es  una mentira, puesto que toda su creación está a nuestro alcance. Si los mismos animales le reconocen, ¿por qué el hombre se empecina en ignorarlo?  Y digo que los animales lo reconocen porque el ganado por ejemplo cuando hay un temblor, hincan sus patas como arrodillándose y braman hacia arriba como pidiendo compasión a Dios.  Mi madre contaba lo que había significado para ella, el ver a una gallina postrada en sus dos paticas y cacareando al Rey del cielo, después de caer un rayo en seco en pleno campo.  Dios existe y es el creador del universo completo.
No se puede vivir una vida sin Dios. Él es el único que puede reconstruir lo derrumbado y restituir al hombre del pecado. Pidámosle al Señor un corazón sencillo que aprenda a vislumbrarlo siquiera en el perfume de una flor, en el canto de un pajarito, en el ruido del mar o de los ríos; en la risa de un niño o en la dulce calma de un anciano; y  aun en las centellas luminosas de un rayo.  Todos ellos nos hablarán que hay un Dios poderoso y majestuoso que está esperando por aquellos que todavía no quieren reconocerte como Señor, Dios de la creación y Salvador de la humanidad.

Amado Dios: Gracias te damos porque sabemos de tu presencia; porque creemos en ti y entendemos que Cristo el Señor ha existido desde el principio de la creación y que vino a hacerse hombre para morir en nuestro lugar y darnos salvación.  Gracias porque tan grande misterio has permitido revelarnos para enaltecer tu Nombre y darnos una vida eterna a tu lado.

Un abrazo y bendiciones.

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