Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” “¿Quién eres, Señor?”, pregunté. “Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues”, me contestó él.Hechos 22:7-8.
Lectura: Hechos 22:1-21. Versículos del día: Hechos 22:7-8.
MEDITACIÓN DIARIA
Muy seguramente a
muchos les sucede lo que a Pablo le ocurrió: rechazan el cristianismo porque
tienen en su corazón y mente arraigadas tradiciones que no les permite mirar
más allá. Porque quizá, les han dicho
que leer la Biblia es malo y enloquece, o porque simplemente son testarudos y
no quieren dar marcha atrás, o mejor, marcha hacia adelante.
La verdad es que el
Señor Jesucristo es la base del cristianismo.
No es una religión más, sino un modo de vida en cada persona: es Cristo
en uno. Infortunadamente en las
diferentes ramas que lo constituyen se van creando rutinas y costumbres que lo
hacen monótono y van dejando a la vez por fuera, la esencia del mismo cristianismo
como tal.
Sin ir muy lejos
volvamos los ojos a lo que celebramos en esta semana que pasó. Si no son unos días de diversión desaforada,
se convierte en una semana de flagelos, caminatas de descalzos o de rodillas;
de tradiciones que hay que hacer, así sea pasando por encima de lo que dice la
Escritura. Otros, llenan las iglesias
creyendo que lo malo de todo un año, lo restituyen en estos días. Nada de estas prácticas son así.
El Señor Jesús le dice
a Pablo: “¿Por qué me persigues?” Tal vez, la gente por seguir detrás de Vicente,
lo está persiguiendo y con ceguera espiritual no quiere darse por aludida. Este Cristo que padeció, murió y resucitó no
es para una semana en especial, es para todos los días; y si se le rechaza un
solo día, ya se le está persiguiendo.
Jesucristo está a la puerta
de tu vida llamando para que lo dejes entrar.
Él quiere ser el eje y gobernarte con su amor, protección y sabiduría por
siempre. De ti depende si solo lo deseas
por una semana o si prefieres que todo el tiempo esté a tu lado.
Amado Señor: Perdona
las veces que te hemos rechazado y no te hemos mirado como el Salvador que
eres. Ahora buen Jesús, ven a ocupar el
trono de nuestras vidas y sé nuestro Salvador y Señor personal. Gracias porque hoy entendemos que no eres un
Dios de un día, una semana, un mes o un año.
Eres el Rey de reyes y Señor de señores de ayer, hoy y por los siglos de
los siglos. Queremos adorarte
continuamente porque eres el único digno de recibir toda admiración, gloria, honra
y honor. Gracias buen Jesús por lo que hiciste por nosotros ¡Te adoramos Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
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