lunes, 21 de abril de 2014

¿Por qué me persigues?



Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”  “¿Quién eres, Señor?”, pregunté. “Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues”, me contestó él. 
Hechos 22:7-8.

Lectura: Hechos 22:1-21.  Versículos del día: Hechos 22:7-8.

MEDITACIÓN DIARIA

Muy seguramente a muchos les sucede lo que a Pablo le ocurrió: rechazan el cristianismo porque tienen en su corazón y mente arraigadas tradiciones que no les permite mirar más allá.  Porque quizá, les han dicho que leer la Biblia es malo y enloquece, o porque simplemente son testarudos y no quieren dar marcha atrás, o mejor, marcha hacia adelante.
La verdad es que el Señor Jesucristo es la base del cristianismo.  No es una religión más, sino un modo de vida en cada persona: es Cristo en uno.  Infortunadamente en las diferentes ramas que lo constituyen se van creando rutinas y costumbres que lo hacen monótono y van dejando a la vez por fuera, la esencia del mismo cristianismo como tal. 
Sin ir muy lejos volvamos los ojos a lo que celebramos en esta semana que pasó.  Si no son unos días de diversión desaforada, se convierte en una semana de flagelos, caminatas de descalzos o de rodillas; de tradiciones que hay que hacer, así sea pasando por encima de lo que dice la Escritura.  Otros, llenan las iglesias creyendo que lo malo de todo un año, lo restituyen en estos días.  Nada de estas prácticas son así. 
El Señor Jesús le dice a Pablo: “¿Por qué me persigues?” Tal vez, la gente por seguir detrás de Vicente, lo está persiguiendo y con ceguera espiritual no quiere darse por aludida.  Este Cristo que padeció, murió y resucitó no es para una semana en especial, es para todos los días; y si se le rechaza un solo día, ya se le está persiguiendo.
Jesucristo está a la puerta de tu vida llamando para que lo dejes entrar.  Él quiere ser el eje y gobernarte con su amor, protección y sabiduría por siempre.  De ti depende si solo lo deseas por una semana o si prefieres que todo el tiempo esté a tu lado.

Amado Señor: Perdona las veces que te hemos rechazado y no te hemos mirado como el Salvador que eres.  Ahora buen Jesús, ven a ocupar el trono de nuestras vidas y sé nuestro Salvador y Señor personal.  Gracias porque hoy entendemos que no eres un Dios de un día, una semana, un mes o un año.  Eres el Rey de reyes y Señor de señores de ayer, hoy y por los siglos de los siglos.  Queremos adorarte continuamente porque eres el único digno de recibir toda admiración, gloria, honra y honor. Gracias buen Jesús por lo que hiciste por nosotros  ¡Te adoramos Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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