miércoles, 16 de abril de 2014

Buscando la herencia de Dios




Tú, Señor, eres mi porción y mi copa; eres tú quien ha afirmado mi suerte.  Bellos lugares me han tocado en suerte; ¡preciosa herencia me ha correspondido!  
 Salmo 16:5-6.


Lectura: Salmo 16:1-11.  Versículos del día: Salmo 16:5-6.

MEDITACIÓN DIARIA

Aunque no lo creamos o nos parezca imposible, todo, absolutamente todo, está bajo el control de Dios. “Eres tú quien ha afirmado mi suerte…Preciosa herencia me ha correspondido”.  Cuando le entregamos la vida al Señor, pasamos a ser parte de la familia de Dios (Juan 1:9).  Estamos desplazando el ‘yo’, el ‘ego’ por Cristo y es Él quien viene a tomar el trono. Quien tiene el trono, tiene el mando; y dicen por ahí que: ‘el que manda, manda, aunque mande mal’.  Jajaja. No, no; mentiras con el Señor no es así: Él es Dios soberano y nadie manda en sus decisiones ni en sus designios.
Teniendo en cuenta el versículo del día encontré que la herencia es el conjunto de bienes, derechos y obligaciones que se heredan de una persona.  Y que heredar no es solamente recibir esos bienes materiales, sino también algunas características genéticas físicas, relativas a su modo de ser.  Nosotros como hijos de Dios, estamos heredando el derecho a una casa celestial; la más lujosa mansión que alguien haya soñado: la vida eterna en la Nueva Jerusalén con calles de oro,  mares de cristal y adornada con toda clase de piedras preciosas.  Estamos heredando también, el carácter mismo de Cristo, el cual se va formando en nosotros día tras día a través de los hábitos y las actitudes que vamos desarrollando. 
Busquemos esa herencia, dejando  todo lo de la vieja naturaleza y revistiéndonos con ropas nuevas y limpias (Colosenses 3:5-14).  Dios nos llama a renovarnos en la actitud de la mente y ponernos el ropaje de la nueva naturaleza “creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad” (efesios 4:23-24).  A  llenarnos de su Santo Espíritu (Efesios 5:18b) y anhelar su fruto (Gálatas  5:22-23), para ir moldeando cada una de nuestras deficiencias. Esa es la herencia dejada por el Señor. ¡Hermosa herencia!, que tenemos que disfrutar mientras estemos aquí en la tierra: “Por eso mi corazón se alegra, y se regocijan mis entrañas; todo mi ser se llena de confianza” (vv. 9 en la lectura).

Amado Señor: Muchas gracias por tenernos en el círculo de tus herederos. Gracias por los favores con los que diariamente nos socorres. Gracias porque todos nuestros caminos te son conocidos y sabes perfectamente por dónde conducirnos. Permite Señor que día a día, tu carácter se vaya formando en nosotros, hasta alcanzar la estatura tuya.

Un abrazo y bendiciones.

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