Por tanto, sépalo bien todo Israel que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías.Hechos 2:36.
Lectura: Hechos
2:1-47. Versículo del día: Hechos 2:36.
MEDITACIÓN DIARIA
¡Qué tristeza por el pueblo
judío! Su conducta nunca fue la más
aplaudida. Desde el Éxodo, el pueblo de
Israel siempre se mostró desobediente, terco e idólatra. Pasaron por líderes íntegros como Moisés,
Josué, Débora, Gedeón; Samuel, David,
Salomón, Elías y Eliseo; otros reyes y profetas que hicieron las cosas
agradando a Dios, pero que sin embargo se encontraron con un pueblo obstinado e
incrédulo y con corazón de piedra sin querer entender el camino del Señor. En esa tónica estaban cuando el Señor Jesús
vino al mundo y se hizo hombre. A pesar de estar esperando al Mesías prometido,
no le creyeron y les pareció más fácil matarlo que escuchar su mensaje de
salvación.
Aun así, Dios no se
olvida de ellos; es su pueblo amado y pase lo que pase nunca los desconocerá. Fue su promesa; “Y quiero que sepan que esto
no lo hago por consideración a ustedes. Lo afirma el Señor. ¡Oh, pueblo de
Israel, sientan vergüenza y confusión por su conducta!” (Ezequiel 36:32). La
Biblia también habla de que lloraran y
se lamentarán por lo que le hicieron al Señor: “Sobre la casa real de David y
los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de súplica, y
entonces pondrán sus ojos en mí. Harán lamentación por el que traspasaron, como
quien hace lamentación por su hijo único; llorarán amargamente, como quien
llora por su primogénito” (Zacarías 12:10).
El mensaje de la
salvación vino primero que todo para ellos (Hechos 13:46); pero como no lo
aceptaron, la gracia se derramó sobre los gentiles. Sin embargo, nosotros
criticamos y hasta nos enfadamos con los judíos creyendo que si hubiésemos
estado ahí nos habríamos portado de manera diferente. No es así; somos iguales
de tercos y desobedientes. Pero lo importante es que reconozcamos el error; hay que aceptar las
palabras de Pedro; pedir perdón al Señor y no esperar para más tarde aceptarlo
como Salvador: “Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo
para perdón de sus pecados” (v. 38 en la lectura).
Amado Señor: ¡Gracias
por tu obra redentora! Te reconocemos como el Mesías y Señor enviado por Dios
Padre, que viniste al mundo para salvarnos. Enséñanos a ser sumisos y
disciplinados en tus mandatos. Permite
que seamos abiertos a tu Palabra y que no te aflijamos con nuestra
incredulidad.
Un abrazo y bendiciones.
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