Tal como el Señor lo había dicho, se ocupó de Sara y cumplió con la promesa que le había hecho.Génesis 21:1.
Lectura: Génesis
21:1-7. Versículo del día: Génesis 21:1.
MEDITACIÓN DIARIA
Dios cumple lo que
promete. Le prometió a Abraham que su descendencia sería numerosa y que sería
padre de muchas naciones y reinos (Génesis 12:2-3), y así fue. “El de la
esclava nació por decisión humana, pero el de la libre nació en cumplimiento de
una promesa. (Gálatas 4:23). Ismael el
hijo de la sierva, es el padre de los árabes, mientras que Isaac el de los
judíos.
A pesar de no tener
hijo alguno todavía, Abraham le creyó al Señor y se dedicó a esperar la
promesa. Lo que Dios le dijo, aún se está cumpliendo.
El Señor alienta a
Abraham y disipa todo su temor de manera que le hace saber que será su escudo y
una recompensa grande le dará (Génesis 15:1). De esta manera, Abraham vuelca toda su confianza en Él y así, supo esperar
hasta ver el momento del inicio de su promesa: Dios Hace un pacto con él a
través de Isaac (Génesis 17:21), y no solamente le promete una descendencia
numerosa, sino una vasta porción de tierra donde se establecerían (vv. 18-19).
Es evidente que a todos
nos cuesta creer en las promesas del Señor.
Quizá dudaremos o nos reiremos como Sara (Génesis 18:12)), pero Dios que
es fiel, nos las dará; a su debido tiempo llegará, así no creamos. ¿Hay algo
difícil para Dios? (Génesis 18:14).
Antes del año 48 del
siglo pasado, nadie daba un peso por Israel. Hitler quiso eliminar a todos los
judíos y de ahí surgió el deseo de las Naciones Unidas para darles un pedazo de
tierra y que volvieran a ser nación. Las
promesas de Dios llegan porque llegan. He conocido casos donde pasa lo mismo que
con Abraham. Dios ha prometido: “Tú y tu
casa serán salvos” y la persona muere sin ver a sus hijos convertidos; pero
después, la fidelidad Dios fluye y ellos llegan a sus píes.
Las promesas llegan,
porque llegan. Confiemos en el Señor.
Amado Señor: Tu Palabra
está llena de promesas para nosotros tus hijos. Sin embargo, somos tercos e
incrédulos y a pesar de haber visto en tantos momentos de nuestra vida tu mano
y el cumplimiento de muchas, seguimos caminando más sobre el yugo de la esclava
y no nos afianzamos sobre la libertad de la escogida. Enséñanos a confiar en ti,
sabiendo que nada te es imposible porque eres indiscutiblemente: “El Gran Yo Soy”.
Un abrazo y
bendiciones.
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