miércoles, 22 de enero de 2014

Las promesas de Dios, llegan porque llegan



Tal como el Señor lo había dicho, se ocupó de Sara y cumplió con la promesa que le había hecho. 
Génesis 21:1.

Lectura: Génesis 21:1-7.  Versículo del día: Génesis 21:1.

MEDITACIÓN DIARIA

Dios cumple lo que promete. Le prometió a Abraham que su descendencia sería numerosa y que sería padre de muchas naciones y reinos (Génesis 12:2-3), y así fue. “El de la esclava nació por decisión humana, pero el de la libre nació en cumplimiento de una promesa. (Gálatas 4:23).  Ismael el hijo de la sierva, es el padre de los árabes, mientras que Isaac el de los judíos.
A pesar de no tener hijo alguno todavía, Abraham le creyó al Señor y se dedicó a esperar la promesa. Lo que Dios le dijo, aún se está cumpliendo.  
El Señor alienta a Abraham y disipa todo su temor de manera que le hace saber que será su escudo y una recompensa grande le dará (Génesis 15:1). De esta manera, Abraham vuelca  toda su confianza en Él y así, supo esperar hasta ver el momento del inicio de su promesa: Dios Hace un pacto con él a través de Isaac (Génesis 17:21), y no solamente le promete una descendencia numerosa, sino una vasta porción de tierra donde se establecerían (vv. 18-19).
Es evidente que a todos nos cuesta creer en las promesas del Señor.  Quizá dudaremos o nos reiremos como Sara (Génesis 18:12)), pero Dios que es fiel, nos las dará; a su debido tiempo llegará, así no creamos. ¿Hay algo difícil para Dios? (Génesis 18:14).
Antes del año 48 del siglo pasado, nadie daba un peso por Israel. Hitler quiso eliminar a todos los judíos y de ahí surgió el deseo de las Naciones Unidas para darles un pedazo de tierra y que volvieran a ser nación.  Las promesas de Dios llegan porque llegan. He conocido casos donde pasa lo mismo que con Abraham. Dios ha prometido: “Tú y tu casa serán salvos” y la persona muere sin ver a sus hijos convertidos; pero después, la fidelidad Dios fluye y ellos llegan a sus píes.
Las promesas llegan, porque llegan. Confiemos en el Señor.

Amado Señor: Tu Palabra está llena de promesas para nosotros tus hijos. Sin embargo, somos tercos e incrédulos y a pesar de haber visto en tantos momentos de nuestra vida tu mano y el cumplimiento de muchas, seguimos caminando más sobre el yugo de la esclava y no nos afianzamos sobre la libertad de la escogida. Enséñanos a confiar en ti, sabiendo que nada te es imposible porque eres  indiscutiblemente: “El Gran Yo Soy”.

Un abrazo y bendiciones.

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