jueves, 23 de enero de 2014

Una lección a seguir




Y Dios le ordenó: —Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo como holocausto en el monte que yo te indicaré. 
Génesis 22:2.


Lectura: Génesis 22:1-19.  Versículo del día: Génesis 22:2.

MEDITACIÓN DIARIA

Es admirable no solo la fe de Abraham, sino también su obediencia.  Ser capaz de estar dispuesto a sacrificar a su propio hijo es un acto sublime de humildad y acatamiento.  Es reconocer que los hijos no son nuestros y que si el Señor nos los pide, debemos estar dispuestos a entregarlos sin reparo alguno.
Teniendo en cuenta lo anterior, la lectura nos deja una lección invaluable a los padres: nunca podemos poner por encima de Dios a nuestros hijos porque como Dios celoso, puede quitárnoslos en el momento en que Él quiera. Aquí entra a jugar un papel importante la soberanía de Dios y por más que encontremos múltiples ‘por qués’ para cuestionarlo, no vamos a entender ni encontrar respuesta alguna.  Hace un buen tiempo tuve la oportunidad de leer el libro. “Cuando lo que Dios hace no tiene sentido” del Dr. James Dobson y ahí pude comprender la magnitud de la potestad de Dios. ¿Quiénes somos nosotros para cuestionar?  “¡Ay del que contiende con su Hacedor! ¡Ay del que no es más que un tiesto entre los tiestos de la tierra! ¿Acaso el barro le reclama al alfarero: «¡Fíjate en lo que haces!  ¡Tu vasija no tiene agarraderas!»?” (Isaías 45:9).
No sabemos cuáles son los planes que tiene para nosotros ni el tiempo en que los ejecutará. Abraham había obedecido y superado las pruebas que el Señor le había impuesto, sin embargo aun no le había llegado la más difícil: sacrificar al hijo que Dios le había dado para cumplir la promesa; al hijo de la mujer que amaba y que tanto les había costado. Aun así, este hombre no vaciló; fue obediente y obedeció de inmediato: se levanto de madrugada, ensilló su asno y rumbo al lugar indicado iba con su hijo, la leña para el sacrificio y sus dos criados. Al hacerlo, estaba enseñándonos a colocar  a Dios en el lugar que siempre debe estar en nuestra vida: en el primer lugar.  Sentado en el trono antes que nuestro ego, nuestra voluntad o nuestros intereses.  De esta manera enalteció a su Dios y nos dejó un ejemplo que es reconocido tiempo después en el Nuevo Testamento, en libros como el de Hebreos 11:8-11, Romanos 4 y Santiago 2:21-23. Su fe le fue contada por justicia; es como el legado que nos dejó y la misma que todo creyente debe tener para seguir al Señor.

Amado Señor: Aunque no entendamos tus designios sobre nuestras vidas, enséñanos a ser obedientes a tus mandatos y saber que si lo haces es porque en tus planes está el ejecutarlo para que tu nombre sea reconocido y exaltado por quienes vienen detrás.  Eres soberano Señor y no somos sino arcilla en tus manos. Moldéanos como bien te parezca hasta que tu obra quede perfecta.

Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: