jueves, 2 de enero de 2014

Limpios y en libertad




¡Lávense, límpiense! ¡Aparten de mi vista sus obras malvadas! ¡Dejen de hacer el mal!  ¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen la justicia y reprendan al opresor!  ¡Aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda! 
Isaías 1:16-17.


Lectura: Isaías 1:10-20.  Versículos del día: Isaías 1:16-17.

MEDITACIÓN DIARIA

Los cristianos tenemos que aprender lo que implica la obediencia y de igual manera las consecuencias de la desobediencia. Si se obedece, hay una promesa “comerán lo mejor de la tierra” (v. 19); pero si se desobedece: “Serán devorados por la espada” (v. 20).  Si queremos ahondar sobre el asunto porque nos cuesta creer, revisemos lo que dice Deuteronomio 28 al respecto.
El Señor nos da la orden de lavarnos y limpiarnos.  O sea, no solamente confesar el pecado, sino estar dispuestos a dejarlo; en vez de buscar el mal, empezar a hacer el bien. Estamos comenzando un nuevo año y dentro de los propósitos, podemos incluir aquello que nos puede tener atados por años y se ha vuelto tan cotidiano que ni cuenta nos damos.  El Señor es el único que aparte de perdonarnos, limpiarnos y restaurarnos, nos da verdadera libertad.  Él rompe todas las cadenas y yugos que nos dominan y martirizan.  
No podemos seguir con el pecado a cuestas ni darle más cabida. No pensemos solamente en nosotros. Hay pecados que van generación tras generación y hay que cortar con ellos.  Por eso es tan importante la sanidad interior. No nos digamos mentiras, cuando un padre ha sido borracho, adúltero o irresponsable, sus hijos pueden igualmente serlo. Y no solamente el padre, la madre también se incluye.  Incluso en la sanidad interior hay que romper con enfermedades que llamamos hereditarias.  ¿Cuántas de estas no vendrán por nuestros ancestros y todavía nos tocan? Porque hay pecados que van hasta la tercera y cuarta generación.  Gracias a Dios en Jesucristo tenemos el Redentor de pecados.
Nosotros que ya conocemos lo que dice la Palabra de Dios, cambiemos nuestra actitud respecto al pecado y dejemos a hijos y nietos un terreno abonado para la sanidad interior de ellos. Pidámosle al Espíritu Santo que nos muestre y recuerde cuáles son esos pecados para ponerlos delante del Señor en confesión y recibir su perdón en completa liberación.

Amado Señor: Reconocemos que eres nuestro Redentor y que somos débiles y pecamos continuamente. Te pedimos perdón por ello y a la vez te rogamos que hagas una limpieza total de aquellos pecados arraigados fuertemente en nuestras vidas rompiendo toda sucesión que venga de antaño, y nos limpies completamente de aquellos que no nos dejan en completa libertad. Gracias Señor porque tu bendita sangre hace la obra regeneradora completa lavándonos y limpiándonos perfectamente.

Un abrazo y bendiciones.

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