¡Lávense, límpiense! ¡Aparten de mi vista sus obras malvadas! ¡Dejen de hacer el mal! ¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen la justicia y reprendan al opresor! ¡Aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda!Isaías 1:16-17.
Lectura: Isaías 1:10-20. Versículos del día: Isaías 1:16-17.
MEDITACIÓN DIARIA
Los cristianos
tenemos que aprender lo que implica la obediencia y de igual manera las
consecuencias de la desobediencia. Si se obedece, hay una promesa “comerán lo
mejor de la tierra” (v. 19); pero si se desobedece: “Serán devorados por la
espada” (v. 20). Si queremos ahondar
sobre el asunto porque nos cuesta creer, revisemos lo que dice Deuteronomio 28
al respecto.
El Señor nos da la
orden de lavarnos y limpiarnos. O sea,
no solamente confesar el pecado, sino estar dispuestos a dejarlo; en vez de
buscar el mal, empezar a hacer el bien. Estamos comenzando un nuevo año y
dentro de los propósitos, podemos incluir aquello que nos puede tener atados
por años y se ha vuelto tan cotidiano que ni cuenta nos damos. El Señor es el único que aparte de perdonarnos,
limpiarnos y restaurarnos, nos da verdadera libertad. Él rompe todas las cadenas y yugos que nos dominan
y martirizan.
No podemos seguir con
el pecado a cuestas ni darle más cabida. No pensemos solamente en nosotros. Hay
pecados que van generación tras generación y hay que cortar con ellos. Por eso es tan importante la sanidad
interior. No nos digamos mentiras, cuando un padre ha sido borracho, adúltero o
irresponsable, sus hijos pueden igualmente serlo. Y no solamente el padre, la
madre también se incluye. Incluso en la
sanidad interior hay que romper con enfermedades que llamamos
hereditarias. ¿Cuántas de estas no
vendrán por nuestros ancestros y todavía nos tocan? Porque hay pecados que van
hasta la tercera y cuarta generación.
Gracias a Dios en Jesucristo tenemos el Redentor de pecados.
Nosotros que ya
conocemos lo que dice la Palabra de Dios, cambiemos nuestra actitud respecto al
pecado y dejemos a hijos y nietos un terreno abonado para la sanidad interior
de ellos. Pidámosle al Espíritu Santo que nos muestre y recuerde cuáles son
esos pecados para ponerlos delante del Señor en confesión y recibir su perdón
en completa liberación.
Amado Señor: Reconocemos que eres
nuestro Redentor y que somos débiles y pecamos continuamente. Te pedimos perdón
por ello y a la vez te rogamos que hagas una limpieza total de aquellos pecados
arraigados fuertemente en nuestras vidas rompiendo toda sucesión que venga de
antaño, y nos limpies completamente de aquellos que no nos dejan en completa
libertad. Gracias Señor porque tu bendita sangre hace la obra regeneradora
completa lavándonos y limpiándonos perfectamente.
Un abrazo y
bendiciones.
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